“¿De qué te sirven todas esas palabras “rimbombantes” si el receptor no las conoce?” 

 






EL TELÉFONO DESCOMPUESTO

 

Itzel Karyme Rubio Espitia

 

La comunicación, a través de la historia, ha tenido el mayor impacto para la trasmisión de conocimientos, ¿Por qué decimos esto? Bueno, gracias a documentales, ensayos o cualquier otro medio que usemos para aprender, nos hemos percatado que, desde las eras primitivas, la comunicación es de vital importancia para la supervivencia humana. Más de una vez nos ha tocado ver imágenes de dibujos tallados en paredes de cuevas o simbología antigua que nos ayuda a descifrar cómo era la vida en aquellos tiempos. Sin duda, tanto en la antigüedad como en nuestros tiempos, la comunicación no es algo que se pueda pasar por alto.

Ahora bien, ¿Qué pasaría si pasáramos por alto la importancia de una buena comunicación dentro de nuestro entorno educativo? Para hacernos una imagen más clara, pondré un ejemplo.  Dentro de nuestra bella cultura existe un juego llamado “el teléfono descompuesto”, éste consiste en una fila con varios integrantes, donde el primero en ella, le dice una frase a su compañero de al lado, con la finalidad de que ésta llegue de la misma forma o, como dirían los expertos en el área de la comunicación, “con la misma codificación”, hasta el último integrante de la fila, quien, finalmente al tener la frase, la grita a los aires haciendo reír a todos, pues mayormente el mensaje sufre alteraciones durante su trayecto.

De manera parecida, cuando queremos trasmitir un mensaje bien elaborado a otra persona, no podemos dar por hecho que siempre llegué de la misma manera; ahora imagínense que ese mensaje está mal estructurado, escrito o dicho, a la hora de la descodificación se vuelve aún más difícil poder entender la esencia de ese mensaje.

Y el enorme problema de una mala comunicación, no sólo es la posibilidad de que la otra persona entienda mal un mensaje, si no también, de que la otra persona se culpe por no entender lo que está recibiendo. Por experiencia propia. Ésa era una de las razones por las cuales aborrecía la escuela, me hicieron creer que la culpa por no entender las cosas que se me explicaban era mía y que, si alguien era el incompetente en el aula de clases, éramos nosotros. Nadie volteaba a ver al docente incompetente que, además de utilizar un conductismo que lo único que generaba era limitar nuestras propias mentes, sin la libertad de poder expresarnos libremente de aquello que nos parece un obstáculo en la forma de aprendizaje, utilizaba palabras tan formales y chocantes que, a final de cuentas, nos terminaba desinteresando del tema que se estaba exponiendo.

Ahora bien, si el docente encargado de enseñar es incapaz de comunicarse correctamente, ¿Cómo podemos esperar que sus alumnos lo hagan? Y creo que hoy es una problemática que podemos apreciar en cualquier lado. La incompetencia oral de nuestra sociedad, y aunque hay personas que logran salir de ese pantano de ignorancia, la mayoría de nosotros estamos tan acostumbrados a quedarnos callados por miedo a no saber cómo expresar de forma apropiada nuestras necesidades y disgustos.  

Erróneamente se nos ha inculcado que aquel que hable con las Palabras más formales, es una persona que sabe comunicase muy bien, tal vez en un ambiente donde todos se comuniquen de esa manera funcione, pero ¿De qué te sirven todas esas palabras “rimbombantes” si el receptor no las conoce?  Es por eso que debemos inculcar un sentido de adaptación, está maravillosa palabra nos ayudará adaptarnos al público que tengamos en ese momento, a modificar nuestro mensaje para que la descodificación sea la que deseamos. No podemos ir por la vida creyendo que todo mundo piensa igual que nosotros, recordemos que cada ser humano tiene su propia Historia, experiencia y obstáculos. Y sí, parece muy complicado ahora, pero si aprendemos adaptarnos a cualquier persona, entorno e incertidumbre, podremos romper las barreras de la mala comunicación y dejar de crear personas que se sientan culpables por no aprender. Es nuestra responsabilidad, como el cablecito de ese teléfono descompuesto, mantener el mensaje tal y como es para que llegue el día en dónde nadie se ría de ese que grita al final el mensaje, sino, al contrario, le aplaudamos por el valor de comunicarse.


Comentarios


Karime, la poca, mala o casi nula comunicación, es fuente de muchos de los problemas humanos en los distintos ámbitos de nuestra sociedad. Y la escuela, como una esfera social, no está exenta de ellos. Tu texto ya es una lucesita que alumbra un camino de reflexión para comprender mejor los problemas educativos en los procesos educativos.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Así es Karyme, das en un punto muy importante. La comunicación por medio de palabras se presta a eso. Muchas veces las palabras no alcanzan a "abrazar" todo aquello que queremos decir. He ahí. Fíjate que a otro nivel, muchas empresas, sobre todo del giro tecnológico tienen que "tropicalizar" sus definiciones por el mismo problema que mencionas, para que puedan ser entendidas a un mercado masivo. La verdad que este tema me gusta, aquí me pudiera llevar renglones mencionando casos y ejemplos y etc. Pero creo que entendemos. Te mando un saludo.
Anónimo dijo…
Sin día alguna, como lo menciona Marcelo y el profe frías, las palabras adecuadas pueden hacer la diferencia tanto en un ámbito personal, laboral y social, después de este texto creo que ya pienso dos veces antes de hablar. Muchas gracias por sus comentarios. Un saludo. Karyme Rubio.

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