“Utilizo la escritura para no olvidar, para dar voz a aquello que por miedo, vergüenza o tristeza en voz alta no puedo decir”
Y UN DÍA ESCRIBÍ PARA NO OLVIDAR…
“Escribir
es la manera más profunda de leer la vida”
Francisco Humbral
¿Por qué escribo? Ésta es una pregunta que pudiera tomar a la ligera y responder simplemente, ¡Porque me gusta!
Pero, para ser sincera,
hay muchas cosas que me gustan y no hago, pero escribir es algo que hago más
que otras cosas. Y para poder explicar el por qué escribo tengo que decir mejor
por qué empecé a escribir.
Desde muy pequeña he
tenido una cualidad que muchos han considerado un defecto en mí, y es que no me
puedo quedar callada ante ciertas situaciones. Recuerdo que cuando era muy
pequeña era una de esas niñas que decía lo que sentía y pensaba y, por lo tanto,
me llamaban contestona.
En ciertas ocasiones,
daba mi opinión en alguna plática que sostenían los adultos y, entonces, era
mal educada.
Cuando entre en la
adolescencia y estaba en mi época de rebeldía, tenía tantas cosas que decir,
tantos sentimientos encontrados, producto de mis hormonas en pleno desarrollo
que se volvían locas, tenía ganas de gritar y decir lo que no me gustaba, lo
que esa niña contestona y metiche sentía, pero siempre había alguien que me
decía: “guarda silencio, no tienes derecho a opinar”, como si la edad
condicionara mi sentir. Y crecí así, callando y guardando todo dentro de mí.
Vivía siempre con el
pecho apretado, lleno de todas esas palabras que no podía soltar, de todo eso
que no podía hablarlo en voz alta, incluso, algunas que ni siquiera podía
pronunciar.
Y como en toda historia
romántica, un día el dolor que sentía me orilló a escribir. Pero no fue un
dolor producido por un amor, pues en ese momento ni siquiera me interesaban los
noviazgos o algo relacionado como ustedes podrán pensar, fue una pérdida que a
mi corta edad sufrí y que para mí fue devastador.
Payasa, como se llamaba
mi perrita, era de raza mestiza y sufrió discriminación sólo por el hecho de
ser hembra. Por ella empecé a escribir. Pues entre engaños me orillaron a
subirla a una camioneta para irla a tirar a una parcela, con el fin de evitar
que nuestra casa pronto se llenara de crías; yo no lo sabía, hasta que llegamos
y me dijeron que la tenía que bajar, aún tengo en la mente esa imagen de mi
perrita confundida, corriendo tras de mí que, al paso que la camioneta
aceleraba, se quedaba más atrás.
En ese momento era una
niña que sentía mucho coraje y tristeza por el engaño y, sobre todo, por
haberla dejado ahí, pero estaba prohibido llorar, porque si lo hacía mi mamá me
daría una buena razón para que valiera la pena, como si haber perdido a mi
amiga no lo fuera.
Durante días el no poder
expresar mis sentimientos me mantenía más sentimental de lo normal, lloraditas
por aquí y por allá, a ratitos cuando nadie me veía, pero era algo que no
terminaba por salir de mí; hasta que un día, en la agonía que sentía en mi
corta edad, tomé lápiz y papel y empecé a escribir una carta a mi perrita. Escribí
algo que ella ni nadie jamás iba a leer y, por eso, fue tan real. En esa carta
le pedí perdón por ser cómplice, sin saberlo, de aquella crueldad, le conté lo
feliz que me hizo el tiempo que estuve con ella; además, había una sección
especialmente para quienes me engañaron y me hicieron que la subiera a ese
viaje del que ya no iba a volver, en la cual escribí cosas que prefiero no
contar.
Después de esa carta tenía
decenas de mis lágrimas, que si hubieran sido de sangre, el escrito sería
imposible de leer. Jamás volví a llorar por la misma situación. Quiero resaltar,
por si aún no queda claro, que me desahogué, vacié mi alma de ese dolor que,
entonces, para mí, una niña en pleno desarrollo, me hacía muy infeliz.
Desde ese momento,
escribir se volvió parte de mi rutina, escribía todo lo que sentía. En ese
momento, escribir me servía para desahogar mi sentir, pero con el paso del
tiempo, empecé a escribir para no olvidar.
Sí, yo no quería olvidar,
y no precisamente momentos placenteros, sino aquellos que en su momento me
hicieron sufrir. Y dirán que soy una masoquista, ¿Pues quién no quisiera
olvidar aquello que le causó daño?
Pues aquí estoy, me
presento, Mucho gusto, me llamo Laura. Y no es que yo sea una rencorosa, pero
hay cosas que la memoria gusta de bloquear y, como bien dicen por ahí, es
necesario escribir y conocer la historia para no volverla a repetir.
Para ponerlos en
contexto, hubo una época de mi vida, en la que mi autoestima se encontraba por
los suelos: joven, enamorada, madre de dos y con una persona a mi lado que
sentía que el mundo era suyo y que podía y hacia lo que quería conmigo,
empecé nuevamente a escribir, escribía
todo aquello que él me hacía, fecha, hora y sentimiento que esto me causaba; y
podrán decir que yo escribía un diario, pero no era así, yo no escribía todos
los días, sólo en esos momentos que me quedaba sin voz, de tanto llorar.
Hubiera sido fácil,
contar todo lo que en su momento vivía a alguien de mi entera confianza, pero
la vergüenza no me dejaba hablar y, entonces, mi libreta fue mi amiga, más
llena de lágrimas que de letras. Y un día, cuando pude salir de esa relación y
el pasado tocaba nuevamente a mi puerta, me ponía a leer y encontraba de nuevo
la razón de por qué me alejé de ahí.
Como lo mencione, escribir
me sirvió para No olvidar Y un día, cuando me señalaron con el dedo y me
dijeron que mis hijos estaban pequeños y que debía volver, agarré mi libreta y
se la entregué a quien me juzgaba y le conteste:
“Lee esto y después me
dices si debo volver, si merezco esta vida y haré lo que tú me digas. Después
de 5 páginas me pidió perdón y me pidió jamás volver.
La escritura se convirtió
en mi prueba más fiel y me respaldó. Fue mi testigo de aquello que viví, no me
dejó olvidar y me permitió contar mi verdad; me dio voz para sacar ese sentir y,
aunque no lo grité, lo escribí. Entonces lo lloré y me desahogué.
Como habrán notado ya, la
escritura ha tenido un papel muy importante en mi vida y, con el tiempo,
escribir por gusto se volvió parte de mí. Claro que le he hecho justicia y la
he utilizado ahora para crear cuentos sobre estrellas y universos. He escrito
relatos ficticios y reales, y ya que ambas estamos cansadas de sufrir, he
escrito también muchas cosas bellas, poesías de amor y textos con final feliz. Con
el paso del tiempo, aprendí a no escribir sólo para mí, sino a compartirlo con
los demás. Tal vez a alguien, algún día, le pueda servir. Qué sé yo.
He creado historias que
me gustaría vivir y, por otra parte, he escrito lo que me tocó pasar, siempre
jugando un papel entre lo real y lo que pudiera ser.
Y así, entre tantas
letras, están fragmentos de mí, de mis alegrías y tristezas, de mis guerras,
del triunfo y la derrota que he visto venir. Aun utilizo la escritura para
desahogar, para no olvidar, para dar voz a aquello que por miedo, vergüenza o
tristeza en voz alta no puedo decir.
Hoy en día, la escritura
me ha servido para que otras personas me conozcan, para hacerme notar. Literal,
soy un libro abierto, un libro que para muchos es incomprensible, pero para quienes
gustan de leer, aquí estoy. Pero les advierto que este libro aún no tiene fin.
Comentarios
Laura, ‘recordar la historia para no repetirla’. Eso, más o menos, se dice, que es necesario contarla para que otros la conozcan o para que nosotros mismos no la repitamos. Y García Márquez nos dice que “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Entonces, como tú lo dices, la escritura cobra un valor exponencial si es que nos atrevemos a contarla.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Pero fuera de cosa, me humildece su historia por la cual empezó a escribir, creo que es una gran muestra de vulnerabilidad y me reafirma el carácter terapéutico de la escritura.
Sin duda esta historia formara de manera importa en el acervo cultural de este blog y será muy valioso.
Créame que me agrado mucho leer su texto y conocerla mejor. Le mando un gran saludo.