“Mi
madre me dijo que me me dejaría en la escuela con un
maestro y un montón de niños desconocidos. Desde ahí supe que no sería nada
fácil”
MI PRIMER DÍA DE CLASES
Aldo Heriberto
Cabanillas Torres
Recuerdo
mi primer día de clases como si hubiera sido ayer. Ese día estuvo lleno de
emociones y de sentimientos encontrados. Yo no tuve la dicha de ir a preescolar
como la mayoría de los niños, porque antes no era obligatorio, así que sin más
ni más, mis padres dejaron pasar ese año y me llevaron directamente a primero
de primaria. Ese día, mi madre me levantó temprano para bañarme y vestirme con
un impecable y bien planchado uniforme, perfumado y bien peinado, yo me sentía
el niño más elegante, tanto así que desayuné muy cuidadosamente para no
arruinar mi uniforme. Llegó el momento de emprender el camino hacia la escuela,
al principio me sentía emocionado, para mí era como salir a pasear, hasta que mi
madre me dijo que sólo me llevaría y que me dejaría en la escuela con un
maestro y un montón de niños desconocidos. Desde ahí supe que no sería nada
fácil.
Al llegar, podía
sentir los latidos de mi corazón palpitar cada vez más fuerte, me sentía
nervioso pero también algo curioso, al entrar a la escuela nos dirigimos a la
plaza cívica, al llegar nos encontramos inmersos entre la multitud de padres de
familia, maestros y niños; ahí nos dieron la bienvenida al nuevo ciclo escolar,
mientras el director de la primaria nos daba unas palabras de bienvenida y
presentaba a los maestros y personal administrativo, yo solo podía sentir nervios,
muchos nervios: temeroso por no saber qué es lo que me esperaba, sólo apretaba con
fuerza la mano de mi madre quien trataba de tranquilizarme.
Minutos más tarde,
llega el momento de acudir al salón, en la puerta estaba el maestro ya
esperándonos, era muy alto, delgado y tenía cara de pocos amigos o eso es lo
que a mí me parecía. Mi madre me soltó de la mano y me dijo que entrara al
salón con los demás niños, con un poco de incertidumbre di unos pasos y al
estar dentro se acercaron unos niños a invitarme a jugar, al dar la vuelta vi
que mi madre se despidió del maestro y se retiró, en ese momento sentí que me
estaba abandonando, invadido por el miedo y rodeado de gente que no conocía, sólo
pude salir corriendo tras mi madre, desde luego iba con un llanto que toda la
escuela podía escucharme.
El maestro sale tras
de mí para que regresara al salón de clases, mi madre muy apenada por el
vergonzoso momento que la hice pasar, trataba de darme ánimos para que
regresara; yo, desde luego, estaba aferrado con fuerza a una de sus piernas y
no pensaba soltarla. El maestro se acercó a mí y tranquilamente y me dijo que
no tenía nada que temer, que en el salón iba a aprender muchas cosas nuevas,
que también jugaríamos, que tendría muchos amiguitos y que, además, tenía un
regalo para mí. Incrédulo de lo que estaba escuchando y sin dejar de llorar me
percaté que todos los niños me veían, uno de ellos se acercó y me preguntó ¿te gustan
los dinosaurios? Yo asentí con la cabeza y me dijo, ten, ¡te lo regalo!, era un
dinosaurio de plástico que llevaba con él.
Ya más tranquilo,
acepté volver al salón, pensé que los niños se burlarían de mi por la manera en
que reaccioné, sin embargo, fue todo lo contrario, parecía que ellos entendían
por lo que estaba pasando e hicieron todo lo que podían para que me sintiera
tranquilo y en confianza. Conforme pasaron las horas, el maestro nos ponía actividades
para conocernos y saber qué es lo que nos gustaba, jugamos, cantamos y el resto
del día fluyó muy bien, más de lo que yo esperaba, al final del día no quería
irme y esperaba con ansias todos los días a volver a la escuela. Todo eso no
hubiera sido posible sin ti querido maestro, tú que con tu paciencia y amor a
tu profesión me enseñaste a leer y escribir, me inculcaste valores y, sobre
todo, me enseñaste que lo que parece un mal día, con amor puede transformarse
en ¡el mejor día de mi vida!
Comentarios
Aldo, la vida escolar está llena de anécdotas, de vivencias, de sentimientos y de actividades que, al paso del tiempo y de la propia reflexión, consolidan el saber que educativo que en ella se construye.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento