-“¿Para qué queremos a los profesores? Total, las máquinas lo saben todo, ellas nos pueden enseñar”







LAS MÁQUINAS DEL SABER

 

Dinora Guadalupe Aguirre Maldonado

 

Transcurría el año 2080 en la Tierra de Nadie, llamada así porque no había hombre alguno dueño de nada, ni siquiera de un cacho de tierra. Habían peleado tantos años por la igualdad que todos estuvieron de acuerdo que fuera Eliot quien tomara la decisión de lo que pasaría.

Eliot era una súper máquina electrónica. Era la representación de tantos años de avances de la ciencia, conocimiento y la tecnología. Él lo sabía todo. Bastaba con hablar con él para encontrar la solución a lo que fuera. Eliot, más que una máquina era como un humano, pero obviamente mejor desarrollado, con más capacidad y muy inteligente, tanto que ni el genio William James Sidis (hombre con el IQ más alto de la historia) estaba tan cerca de su coeficiente intelectual.

La sociedad había tardado años en pedirle a Eliot que resolviera este problema porque querían mantener la esperanza de que ellos pudieran resolver cosas como ésas, ya que con la llegada de estas máquinas la vida les era más cómoda; la humanidad les había cedido el lugar de tomar hasta sus propias decisiones personales. Se habían convertido en sus gobernantes, no sólo políticos, sino que también les decían qué hacer y cómo comportarse.

-Ya no tienes alimento en tu refrigerador – gritaban las máquinas en los hogares cuando tu despensa se agotaba.

-Tienes disponible $1,500 pesos para la semana, compra esto y aquello, no olvides hacer eso – te llegaba la notificación cada inicio de semana para que programaras tus compras y evitar que terminaras la semana sin dinero en tu cuenta.

Las personas iban y venían a su ritmo, o, mejor dicho, el ritmo que les indicara su robot dirigente – así les llamaban -  no había nadie sin uno en su casa. Estos robots dirigentes checaban todo: la capacidad de comida y cuánto te iba a durar, los recibos con adeudo, pero con sólo programarlos pagaban todo y, además, cuidaban tu dinero, si tenías hijos te daba sugerencias de lo que podían ver en pantalla, hasta te decían a qué horas deberían de estudiar.

La cuestión de la “Escuela” era otro asunto, nada que ver en el año de 2060, ni se diga años anteriores. La escuela de esta época era muy diferente, digamos que había un sitio en donde todos los estudiantes acudían, pero no estaba dividido como los grupos de antes, de primero a sexto, ni de secundaria, menos preparatoria y universidad. Con la cuestión de las igualdades las cosas habían cambiado mucho.

Empezando, para acudir a la escuela debías de someterte a un examen de coeficiente, pero no era como los que se conocieron como “psicométricos”, “respuesta abierta”, menos de “diagnóstico”. Lo que se usaba era un tipo de rayo x que con sólo poner al niño frente al él analizaba sus movimientos cerebrales, reflejando su capacidad, su nivel de IQ, para qué era apto, entre tantas cosas. Era como un perfil el que sacaba con sólo tenerte enfrente, y así se sabía a dónde tenía que ir cada niño y persona para desarrollar capacidades y habilidades.

Había a quienes al realizarse este examen robótico iban directo a una educación profesional, otros, más bien la mayoría, aun no tenían tan despierta su actividad cerebral – quizá porque nunca la necesitaron – ¡qué más da, si las máquinas hacen todo!  La cosa es que así se definía a que escuela irías.

Por cuestiones de que la economía no acabara y que las personas conservaran su trabajo – al menos los pocos que querían trabajar – hubo muchos empleos que no se perdieron, pero sin duda, uno de los primeros que se fue, era el del profesor.

-¿Para qué queremos a los profesores? Total, las máquinas lo saben todo, ellas nos pueden enseñar. Además, el profesor se enferma y muere, las máquinas no, basta con sólo repararlas y darles mantenimiento; ese trabajo era el más codiciado, pero también el que más exigía.

Si no había profesores, ¿Quién daba la clase? Era sencillo, al menos en este año, los robots del saber, así les decían. Eran una especie de robots que en lugar de ser de fierros y tornillos eran invisibles, esto se debía a que funcionaban como una especie de proyección, donde presentaban una figura de un profesor que el mismo sistema creaba. Bastaba con que los alumnos entraran al aula para que aparecieran frente a ellos. Parecía que un profesor de hueso y carne estuviera ahí, pero no podías pasar tu mano sobre él y se veía como se distorsionaba un poco esa imagen.

Se podría pensar que esa forma de enseñar era antigua, porque pareciera que los alumnos sólo escucharían lo que el robot del saber les diría, nada de eso, él tenía la capacidad de dialogar, de resolver sus dudas, incluso, se estaba fabricando un nuevo modelo que estaba un paso todavía más allá de sus alumnos. Ese nuevo robot sabría lo que no les quedaba claro o lo que se les complicaba y, antes de que ellos preguntaran, él se encargaría de que a sus alumnos les quedara claro. Aunque este nuevo modelo apenas se estaba probando en los laboratorios tecnológicos.

Ya ni siquiera era necesario salir de esa aula, porque por medio de la realidad virtual te ponían a que practicaras en situaciones reales. Te adaptaba tanto el entorno que creías que estabas realmente en esa escena. Todas las escuelas tenían esta tecnología, pero había quienes podrían tenerla en casa para evitar salir a las escuelas por cuestiones de esas personas incapacitadas para moverse, o para poner en práctica sus habilidades o conocimientos aprendidos en casa, como si fuera una “tarea”.

Muchas personas de edad avanzada siempre se quejaban de la vida en estos años, decían que las personas jóvenes no tenían voluntad, que preguntarle a Eliot era el fin de la racionalidad humana ¿Cómo era posible que ocuparan de Eliot y de todos sus hijos para resolver cualquiera cosa que se presentara?

Algunos comparaban la era de los dinosaurios, creían que al igual que ellos la sociedad se extinguiría, aunque de una forma más desilusionante.

-¡Olviden a Eliot¡ si lo hacen el mundo será de ellos-.

Comentarios


Dinora, este asunto de la inteligencia artificial y de la suplantación de la actividad humana por las máquinas, es un tema que desde hace décadas se aborda en Literatura. Asimov, Huxley, Bradbury, entre otros autores de ciencia ficción trabajaron muy bien este asunto. Pero qué bueno que lo retomes y actualices en tu relato, sobre todo en el Profesor Hologramático que, aunque el concepto ya es viejo, muchos profesores parecemos entes invisibles ante un grupo de alumnas que no nos miran ni nos escuchan.

Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Anónimo dijo…
Oigamen NO ahora si creo que van más cargados de pensamientos, me sorprenden cada día, y en este grandioso texto pareciera que estoy en una película...
Me da miedo pensar que podemos perdemos todo en poco tiempo, y que no hacemos nada más que seguir a la tecnología a llevarla a la extremo.

Hace poco un matrimonio joven me dijo que quería unos de esos aparatos que les decía ALEXA esto y te hacia caso por medio del internet... me quede plasmada en pensar todo esto ya esta a nuestro alcance....
Y lo bello del mundo 🌎 se está perdiendo.


Hermoso tu relato, tentador por otra parte para el cine, y sobre avanzando por el camino de la tecnología...
Bendiciones 😘 Alma Beltran
Gracias por sus buenos comentarios. Nada más que la verdad. Jóvenes y adultos nos hemos sumergido en el mundo digital, tanto que es parte de nuestra cotidianidad y cuando nos encontramos ausentes de las tecnologías sentimos un vacío.
Saludos

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