“¿Qué va a decir mi amá cuando le cuente que gané el concurso y que me dieron ciento cincuenta pesos? Seguramente se pondrá feliz”





 

EL CONCURSO DE DECLAMACIÓN

 


Rogelio Humberto Elizalde Beltrán

 

Cuando cursaba el tercer año de secundaria, allá por el año 1974, pasaron una mañana, salón por salón, informando sobre una convocatoria que se lanzaba a propósito de un aniversario más del Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez. Quien resultara ganador tendría el privilegio de representar al municipio e ir al concurso estatal que se realizaría en la ciudad de Culiacán. Además, se le asignaría la calificación de diez en ese mes, en las materias de geografía, civismo y educación artística.

En el receso, mis amigos del rancho y yo conversamos sobre la pertinencia de participar en el concurso y después de hablar sobre los pros y los contras, decidimos que todos participaríamos, excepto Amado, quien además de negarse a hacerlo, comentó que esos dieces no tendrían ninguna validez porque eran regalados. Los demás lo escuchamos, pero no desistimos de la decisión que habíamos tomado. No recuerdo cuántos días nos dieron para prepararnos, pero yo empecé prontamente a memorizar mi declamación. Recuerdo que empezaba: “La inmaculada noche negra, negra y sombría como la verdad, nace tosca…”.

Por fin llegó el día del concurso, de los plebes del rancho éramos cinco los que participaríamos. Cuando terminó la jornada matutina de ese día, todos se fueron a comer al centro, yo decidí quedarme en la escuela y debajo de un álamo repasé no sé cuántas veces el texto de mi declamación. El concurso tendría lugar por la tarde y asistirían autoridades del municipio, entre ellos el Presidente Municipal y el Diputado. Llegada la hora indicada, dio inicio el concurso y, uno por uno, fuimos pasando a declamar; éramos muchos recuerdos, como unos veinte, si no más.

Cuando tocó mi turno, pasé al estrado; mientras declamaba sentía que las piernas me temblaban, pero salí avante sin titubear, ni que se me olvidará parte alguna. Cuando pasamos todos, dieron un espacio de tiempo para que los jueces deliberaran. Todos los alumnos de la secundaria se encontraban parados de frente a la plataforma donde estaba el estrado y la mesa del presídium. Algunos plebes se me acercaban y decían: “Tú vas a ganar, te salió muy bien”. Yo sólo escuchaba, pero de ninguna manera pensaba que yo podría resultar ganador. Cuando llegó el momento de anunciar al ganador, empezaron por dar un tercer lugar, luego el segundo y al final el primero. Cuando escuché mi nombre como quien había resultado ganador, no daba crédito a lo que estaba escuchando. El maestro de ceremonias pidió pasara al presídium a recoger mi diploma de ganador. Cuando empecé a saludar a los miembros del presídium, el Presidente Municipal, de apellido Urquídez, sacó un billete de cien pesos y extendió su mano para dármelo. Yo me rehusé momentáneamente a tomarlos, sin embargo, por detrás del presidium estaba el director de la escuela, el Prof. Reynaldo Castro Bejarano, quien años después fue Director de la Escuela Normal de Sinaloa, quien de manera insistente movía su cabeza de arriba abajo, indicándome que los tomara. Así lo hice y ya con menos pena, tomé también otros cincuenta pesos que me entregó el señor Diputado Indalecio Montoya, originario de mi rancho. Imagínense ciento cincuenta pesos, era mucho para mí en ese entonces.

Cuando el evento terminó todos nos retiramos, no sin antes recibir las felicitaciones de maestros y muchos alumnos. Tomamos nuestras bicicletas y regresamos al rancho. Recuerdo que pensaba mientras conducía mi bicicleta: ¿Qué va a decir mi amá cuando le cuente que gané el concurso y que me dieron ciento cincuenta pesos? Seguramente se pondrá feliz. Y así fue, cuando llegué a casa le narré con detalles a mi mamá todo lo que había sucedido. Mi madre se veía muy contenta y se notaba en su rostro el orgullo de que yo hubiera ganado.

Pasaron algunos días y se me comunicó que el Profr. de biología, a quien apodábamos “el Cachi”, había sido comisionado para llevarme a Culiacán al concurso estatal. Llegado el día, fuimos en autobús a Culiacán, que era la primera vez que yo lo haría. Nos trasladamos a la Escuela Secundaria “Emilia Obeso” y recuerdo que en el último salón del segundo piso se realizó el concurso. Había un cuadro grande colgando de la pared con el retrato de Don Benito Juárez. Se dieron los detalles de cómo sería el concurso, el cual tenía representantes de todos los municipios de Sinaloa. Dijeron que pasaríamos en atención a la letra de nuestro primer apellido. Así que el primero que pasé fui yo. Creo que lo hice bien, al menos de la misma forma que lo había hecho en mi escuela secundaria, no me equivoqué y lo hice con seguridad. Fueron pasando los concursantes y cuando empezaron a pasar algunas jóvenes mujeres, al declamar, además de que lo hacían muy bien, se les salían las lágrimas al dirigir sus ademanes al cuadro de Juárez, que colgaba de la pared. Yo pensé: “Ya estuvo que perdí”. Valoraba lo que históricamente representaba el personaje, pero a mí, Juárez no me sacaba ninguna lágrima.

Terminó el concurso, el jurado deliberó y entregó cinco primeros lugares, el primero fue para la representante de Culiacán (una de las lloronas); yo saqué el quinto lugar, lo cual, dentro de todo, me hizo sentir contento, pues no había quedado muy atrás en los lugares.

Después de culminado el evento, el Prof. “Cachi” me llevó a comer y posteriormente nos fuimos a la central de autobuses a tomar el camión para Guamúchil y ahí tomaríamos otro para Angostura. Cuando llegamos a la central, antes de abordar el camión, el Profesor se acercó a un puesto de revistas y me dijo: “Escoge una”. Inmediatamente me vino a la mente que en la clase de español nos habían explicado que se le denominaba “paquinismo” al hábito de leer revistas que por su contenido no ofrecen al lector nada constructivo, literariamente hablando. Sin embargo, mis ojos se posaron en el número nuevo de una serie que se llamaba “Fuego” y trataba sobre el esclavismo. Desistí de pedir ésa porque era una serie y el maestro podía pensar que estaba “enviciado” en esa revista. Así que opté por pedir una de caricaturas con los nombres de los sobrinos del pato Donald: Hugo, Paco y Luis. A la fecha me río cuando me acuerdo de esto. Recuerdo que el Prof. “Cachi” tomó una revista en cuya página de portada traía unas mujeres vestidas de manera muy sugerente.

Llegó a hora de tomar el camión a Guamúchil y después uno a Angostura. Cuando llegamos, nos despedimos el profesor y yo, caminé hasta donde me iría de “raite” a mi rancho y cuando hube llegado, les platiqué a mis padres y hermanos todo lo que había sucedido. Fue para mí una experiencia muy valiosa que a la fecha recuerdo con mucho cariño.

 

Comentarios


Estimado Rogelio, leer tu relato me remonta a mis tiempos de secundaria, en los que yo también llegado de El Aguaje, al primer mes del primer año de estar en la ciudad, participé en un concurso de Declamación, con la poesía Suave Patria, de Ramón López Velarde, y al ganar, me mandaron a Puerto Vallarta a representar a la Escuela Técnica 23 en la etapa nacional, donde obtuve el 3er Lugar.

Es muy grato ver cómo la Literatura se convierte en un Diálogo Pedagógico y Cultural que nos acerca en los afectos, en los conocimientos y en las relaciones que, en “los ires y venires académicos”, en una misma Institución nos distancia en vez de acercarnos, aunque fuere una micra de humanismo educativo y social.

Por eso, te felicito y aplaudo te integres a este Colectivo de Académicos Escritores que se esfuerzan en un Alegato por la Escritura y la Lectura, para ver si un día, los que pueden y tienen poder para decidir, deciden, por fin, darle un chance, los que, además de la academia, le abren un portillo a la luz de la Intelectualidad.

Saludos, José Manuel Frías Sarmiento

Marcelo Tolosa dijo…

Estimado Rogelio ese teclado trae lumbre jajay!! Muy buenas historias. La verdad que fue el empujón que ocupaba para aterrizar esas memorias que he querido escribir y que he dejado. Esto me sirve de guía e inspiración. Muy buena, muy buena. El ganar, el titubear por los $150 y las revistas , detalles que realzan. Pero no le han ganado al Pollo Colti, la Gallina Ciega y el Cochi robado Jaja! Fuera de broma, todas muy bonitas e ilustrativas memorias. Le mando un saludo.
"Enviciado" con los que nos gusta. No sé que tan bueno pueda ser para los que dicen causar algo así como perjudicial para cuerpo-salud, con eso de enviciado. Pero enviciado para la lectura- escritura deberá ser un privilegio.

Estimado profesor Rogelio, gracias por compartir que el recuerdo le trae felicidad y formar parte de ello.

Saludos.
Maestro Rogelio, jajaja de haber sabido que el llorar era algo clave, estoy seguro que también se hubiera ensayado como buen profesional que es usted desde chico, pero la experiencia y su arrojo nadie se lo quita y sobre todo que ya daba muestras de su amor por el arte escénico y el buen manejo de la voz y las letras.
¡Felicidades!
Su aprendiz...Zulma Santillanes
Anónimo dijo…
Creo prof. ROGELIO que tod@s en algún momento pasamos por algo parecido. En mi caso fue un dibujo de mi escuela ganando el segundo lugar. Creo que ya nadie se acuerda de eso, solo uno quien lo vivencia. Es un gusto leerle le felicito. Alma Beltrán

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