“Yo siento que es un misterio que aún no he resuelto cuándo se descubrió pintor, o qué fue para don Roberto el acto de pintar”






 

DESCUBRIENDO A DON ROBERTO OSUNA

 

María Madrid Zazueta

 

Desde y para siempre, terruño mío y mi raíz, eres y serás Culiacán. Lo que no evita que mi corazón flexible se extienda a otros lugares que me hacen sentir bienvenida, como si de siempre perteneciera a ellos. Como Mazatlán, Olas Altas, su centro histórico, sus calles angostas donde en una de sus esquinas están las paletas naturales y tradicionales de Medrano, su mercado donde encuentro vasos llenos de granos de granada.  Sus atardeceres y puestas de sol, sol de mar muy parecido a las bellas puestas de sol de tierra del valle de Culiacán.

En Culiacán como en Mazatlán no es necesario que vaya acompañada, aunque me pierda entre una calle y otra, siempre llego a donde quiero. La única diferencia es que mis lugares mazatlecos tienen que ver con encontrarme a artistas, bailarines, pintores, escultores, poetas, artesanos, periodistas, fotógrafos, que deambulan por las calles, que se entrecruzan en la Machado y se pierden entre gentes comunes y extranjeros universales. Una vez un pintor que se encontraba en su taller me dejó pasar para mirar la obra en la que trabajaba, entre la plática y fotografías me contó que ha dejado de participar en los eventos artísticos oficiales, sobre todo los que se proponen en Culiacán, ¿por qué? Pregunté, porque en los concursos casualmente suelen ganar los mismos pintores culiacanenses. Me sonó a que eso ya lo sabía desde tiempo atrás. Mas ese sinsabor de escuchar sobre concursos en los que cada vez más pintores dejan de creer, no me impidió ir al museo del INAH donde suelo encontrar siempre galerías de diversos pintores, a la casa de cultura donde siempre encuentro pinturas y esculturas. No me privó de apreciar los muchos edificios antiguos que son una obra de arte.

Por eso, suelo no preocuparme por no saber dónde ando, sé que encontraré algún lugar fascinante como descubrir casas de antigüedades; en una de ellas el propietario que parecía jamaiquino y la viva imagen de Marley, me regaló un pequeño bulto de incienso traído de África y yo le compré una antigua billetera que parecía un moderno bolso de mano rectangular hecho de piel, solo le faltaba el lazo para colgarlo al hombro.

Fue en una de esas calles en un local comercial con apariencia de galería moderna donde encontré a Don Roberto Osuna. Ese día le dediqué un tiempo a buscar el local donde venden el único pan estilo europeo que he probado y del que me he enamorado. Antes de llegar al pan, pasé por ese lugar de los que tienen doble entrada por dos calles, en este caso la Belisario Domínguez y la Heriberto Frías. Entré al local por una de esas calles angostas y llenas de comercios, comida, reliquias y arte, con un café-bar que tiene las mesas en la banqueta; me adentré más al fondo del local y encontré una galería donde venden esculturas de madera. Un poco más adentro, casi llegando al otro lado de la calle me encontré una escalera donde antes de subir leí una invitación a la segunda planta para conocer la exposición de un reciente nuevo viejo pintor del puerto.

Recuerdo que puse a leer la semblanza del pintor, había una pequeña placa con datos que despertaron mi curiosidad por tratarse de una persona mayor cuya obra era expuesta al público por primera vez. Subí por una estrecha escalera y llegué a la parte superior donde encontré una estancia muy angosta rodeada de la obra de Don Roberto Osuna Velarde. Descubrir un artista no es nada novedoso en Mazatlán, los hay en cada esquina. Sobre todo, en esta área entre Olas Altas y el centro histórico, pero no de artistas comerciales, hablo de gente común que son casi desconocidos y maravillosos. Aunque en este caso, lo maravilloso es la historia de cómo Don Roberto llegó a ser pintor.

Así que releí su semblanza, hice unas preguntas al personal que atendía la galería para conocer un poco sobre Don Roberto, un hombre de campo hasta los 77 años. No pudo continuar la faena con la tierra porque se lo impidió una enfermedad, no sabía cuál hasta que una publicación de un periódico local informó que era embolia. Un pariente cercano, si bien recuerdo fue un sobrino, le acercó los medios para pintar en una de sus visitas. Le acercó libros de pintura, pinceles, oleos, caballete y lienzos para que se animara un poco.  Es sencillo, solo quería mantenerlo entretenido ya que a partir del incidente que lo mantuvo en cama su vida de trabajo campirano había llegado a su fin. Entonces Don Roberto descubrió el mundo fascinante de la pintura, el arte que se plasma en colores, texturas y trazos personales.

Nada sabía de técnicas ni de pintores, hasta entonces; de pronto Don Roberto descubrió a Kandinsky y su mundo de colores. En ese momento Don Roberto pintó, pintó, pintó y pintó doce horas al día. Cuando menos pensaron ya no cabían los cuadros en la casa. ¿Cómo llegó a esta galería? Según dice la nota del periódico que sus hijos, o uno de ellos, buscó un espacio para exponer y vender los cuadros que ya no cabían en la casa familiar. Pero yo siento que es un misterio que aún no he resuelto cuándo se descubrió pintor, o qué fue para don Roberto el acto de pintar. Sólo sé que su obra está llena de colores, olores y sensaciones de la infancia, de vida, de ternura, de personajes que me son familiares, como ciertos recuerdos de mis terruños Mazatlán y Culiacán, la playa y el valle, las montañas y kilómetros de mar, siento en sus cuadros, ciertos olores y sabores, como del monte, como caramelos, como aire puro, como un mundo donde permanece el cielo de Mazatlán compuesto de colores.

La segunda vez que fui a ver la galería de don Roberto, me enteré de que había fallecido unos dos o tres meses antes. Me lo dijeron en esa galería donde su obra se expuso y estuvo a la venta. Ya no encontré su obra, pero sé este bello Mazatlán nos expone en su diario vivir la inspiración de don Roberto reflejada en las mujeres originarias y visitantes, en los animales de carga como los caballos, cuadros que saben a pasteles con betún de mamá, de contrastes de entre monte y playa, verdes y azules, violeta y naranja. Es el cielo de Culiacán y Mazatlán que me descubrió a don Roberto en ese atardecer mazatleco lleno de púrpura que se va descomponiendo en tonos rosados y culmina en naranja. En todos esos colores que contrastan con un mar azul y con el verde de los campos, con un puerto que sabe a moderno y a antiguo encontré el alma pura y jovial de don Roberto Osuna Velarde.

Comentarios


María, siempre nos sorprendes con lo coloquial y cotidiano de tus relatos; tu Literatura te descubre en cada trazo y en cada palabra con las que nos cuentas el mundo que admiras al caminar sin rumbo aparente, pero por un sendero que tu imaginario persigue en cada pueblo que visitas.

Yo me alegro de que regreses a este Blog y nos cuentes lo que te dé la gana contarnos, que siempre serán historias maravillosas, como ésta de un artista que, de repente, se descubrió pintor.

Saludos, tu amigo, José Manuel Frías Sarmiento
María Porcella dijo…

Gracias,Frías, por este espacio que me ha permitido regresar y compartir estas historias que siento la necesidad de contar por lo que me aportan como cultura, como ejemplos de vida y de cambios que pueden suceder y cambiarnos por completo nuestras circunstancias. He descubierto que mucha gente cotidiana tiene historias que contar aunque ellas mismas lo ignoren. Mientras encuentro el rumbo para volver a mi introspección comparto lo que me inspira el encontrarme con otras maravillosas personas que ya forman parte de mi historia.
Marcelo Tolosa dijo…
Excelente texto estimada Maria. Lo bonito es como va redactando su aventura y como una cosa la va llevando a otra pero lo sorprendente es la historia de Don Roberto y como se reinvento en el mundo de la pintura. Le mando saludos.
María Porcella dijo…
Marcelo Tolosa, que agradecida me siento por esas palabras claves que hilaste para resaltar lo bonito de la narrativa y el factor que sorprendente. Le diré que para mí es admirable la hazaña de don Roberto, desearía que su obra se conociera más y permaneciera presente, mi contribución fue narrar lo poco que conocí de este, para mí, pintor.

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