“La vida sólo es un cuarto de hotel en el que estamos hospedados. El tiempo corre desde que nos comenzamos a crear en el vientre materno”









EL HUÉSPED

 

Daniela Bórquez

 

Un saco de células, nefronas y neuronas fueron las primeras señales de que iba a existir. Mi cerebro y corazón crecieron después. Y ahí, justo ahí, empezó mi estadía. Me convertí en un huésped. Un huésped que se hospedaba en la barriga de mamá. Ella me cuidó y se aseguró de que todo por dentro estuviera bien. Fueron 9 meses, 9 largos meses para poder conocer el rostro de mi madre y su calor, su amor.

Fui creciendo y mi casita se hacía cada vez más pequeña, ya no quedaba más espacio, así que tuve que salir, salir a ver la luz del día y el rostro de mi madre, la mujer que me amó desde el primer segundo que supo de mi llegada.

Mi hospedaje dentro de mi madre terminó, pero comenzaba uno nuevo, en la tierra. El día que nací, dicen que las flores  florecieron. Se miraban lindas y llenas de vida. Un segundo después de que salí di el primer respiro, un respiro rico y profundo, estaba en el exterior, por fin, después de tanto tiempo. No pude distinguir bien qué fue lo primero que vi, sólo miraba sombras, pero de lo que estoy seguro es que de que mi madre fue la primera en verme, después mi padre, y así, sucesivamente, hasta terminar con el último miembro de mi familia. Todos estaban contentos por mi llegada y yo con ellos.

Empecé a vivir. Cada cosa que veía me parecía irreal. Todo me llamaba la atención. Hasta el insípido control remoto que mi mamá utilizaba no sé para qué. Di mis primeros pasos, recuerdo que mis papás estaban felices, muy contentos, ellos dieron cada paso conmigo, hasta que me tuve que separar para ir a un lugar llamado jardín de niños, no estaba seguro de lo que era, sólo recuerdo que había muchos niños, me caían muy bien y las actividades que hacíamos ahí me gustaban mucho.

Con el tiempo fui creciendo y experimentando muchas cosas, unas tras otras. Tuve mi primer amor y, por supuesto, me rompió el corazón; encontré amigos con los cuales hoy en día no cruzó palabra y media, familia que se fue antes que yo, y no precisamente hablo de viajes; experimenté dolores extraños, no físicos, sino del alma, de esos que no se curan con antibióticos, pero los superé y seguí luchando y aprendiendo de lo que era la vida.

Un día, mi madre cayó en cama, ella me dijo que venía alguien por ella, alguien a la que le llamaba la huesuda, decía que cada vez que la venía a visitar le decía que se despidiera porque tenían que emprender un viaje y era uno muy largo. Mi madre siempre me dijo que ella era su amiga y que no debía de tenerle miedo; ella siempre está detrás de nosotros y cuando El de arriba lo ordena, viene para subirnos en su pequeño barco. Un día, el corazón de mi amada madre dejó de latir. Un dolor muy grande fue el que sentí en el pecho, era uno diferente, éste no se curó con los días, éste tardó años en irse. Recordaba todas las noches la mirada de mi madre mientras me decía que ella ya venía; me agradeció por darle una razón para vivir, que desde mi nacimiento ella tuvo más fuerza, una fuerza que no podía explicar, amor incondicional y mucha voluntad. Pensé que nunca me iba a recuperar de ese momento tan doloroso, pero seguí adelante, cuando sentía que las fuerzas se me iban sólo recordaba sus palabras: "hijo mío, fuiste lo más grande y más valioso para mí desde el primer momento que te tuve en la barriga, verte crecer me hizo muy feliz, sigue tus sueños y recuerda que tienes una amiga que te sigue de por vida, pero no le tengas miedo, ella sólo supervisa, no te hace daño, sólo te lleva a un lugar mejor "

Pasaron los años, me casé y tuve hijos. Ahí fue cuando comprendí el amor que mi madre me tenía, les hable de "la huesuda", como le decía mi madre; nunca le tuvieron miedo, sabían perfectamente que ella no avisa y que vendría por cada ser que exista en la faz de la tierra.

Un día me descubrieron un tumor. Dentro de mi cabeza navegaba un cáncer. Cuando me enteré, hable con ella (con la mentada huesuda), le dije que me diera un poco de tiempo para disfrutar a mi familia por última vez. Y así pasó, me fui de viaje, me llevé a mis hijos y a mi esposa a una hermosa playa, disfrutamos, reímos y cantamos, no tenía miedo, eso fue lo que mi madre me enseñó, no quería estar postrado en un hospital, sufriendo, era inevitable, ella me dijo que era tiempo, así que la acepté le dije que después de eso la iba a estar esperando.

24 de diciembre. Ese día tocaron a mi puerta. Era ella. Me enseñó su reloj, un reloj de arena grande y de color negro. No me dijo nada, sólo me hizo una seña, le dije que estaba bien que fuera preparándose para irnos. Tuve tiempo de cenar con mi familia, nos dimos el abrazo de Navidad a media noche y nos fuimos a dormir. En la madrugada empecé a sentir mucho frío, más de lo normal, sabía que ella estaba parada por un lado mío. La saludé y le dije: "Querida amiga, no te tengo miedo, esperé por ti toda mi vida, siempre supe que vendrías en cualquier momento y te agradezco por dejarme disfrutar tanto, la hora de pagar el alquiler llegó."

Ese día a las 3:40 am mi corazón dejó de latir. Mi hospedaje en la tierra terminó. Empezó uno nuevo, pero no estoy muy seguro de lo que es ni en donde estoy. Si alguien quiere saber, tiene que esperar pacientemente a la huesuda, sólo ella puede llevarte a ese camino, nadie más. Les dejé a mis hijos mucho amor y la idea de que tienen que disfrutar cada segundo, porque su amiga la huesuda no pregunta ni avisa la hora en la que llegará; y cuando llega, sólo nos queda recibirla con una sonrisa e irnos con ella sin miedo. Después de que ella llega, no hay nada ni nadie que haga que se vaya, viene por ti, así es su mando y así se tiene que hacer.

La vida sólo es un cuarto de hotel en el que estamos hospedados. El tiempo corre desde que nos comenzamos a crear en el vientre materno. Lo malo es que en cualquier momento puede llegar alguien y decirte: "su tiempo de hospedaje ha llegado a su límite". Es ahí donde te das cuenta que ser huésped en la vida tiene fecha de caducidad. Y cuando este tiempo se acaba, no hay nada ni nadie que pueda pagar un segundo más.

 

Comentarios

Daniela, tu texto El Huésped, es un interesante relato sobre la brevedad de la existencia humana en este mundo en el que vivimos y aún no terminamos por conocer. Hay en tu texto, ficción, realidad y mucha imaginación, que apunta tu dirección a la creación de historias que seguirás escribiendo con ingenio, con soltura y con mucha creatividad.
Saludos y felicitaciones, José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Muy buen texto Daniela. FELICIDADES! El otro día comentaba en otro texto referente a la violencia que son temas que uno prefiere ignorar, se me olvidaba que aquí estamos ante otro también. La muerte. Y en este relato muy brillantemente nos recuerdas lo importante a lo que venimos. Saludos
Dr. LEA-V dijo…
Daniela.

Simplemente, una impactante micro estética de la relación Vida/Muerte. Muy bien elaborada, además que comunica con suavidad.

Felicidades por tu pieza textual.

Salud y vida✌🏼☮️
Daniela Borquez dijo…
Me alegra mucho que les haya gustado, me da motivación para seguir trabajando en la escritura!
Anónimo dijo…
Daniela:
Muy bonito tu relato , sobre lo que en realidad somos UN HUÉSPED, en este mundo , un tiempo corto prestado , que tiene un principio y un fin el cual termina con la visita de LA HUESUDA . Esta estancia que para unos es Una eternidad y para otros es algo fugas , según el espejo en que lo vea .
La verdad es que tu relato me hizo muy interesante realista y muy bonito

DANIELA .te felicito por tu forma de escribir continúa con tu estilo y llegaras muy lejos FELICIDADES .saludos. Tu amigo

Dr. Renato Quintero A.

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