15 de Mayo, Día del Maestro



“Les pongo 10 de evaluación a mis 10 mejores profesores, este 15 de Mayo de 2021 y siempre”






DIEZ PARA DIEZ EL QUINCE


 

Adán Lorenzo Apodaca Félix

 

Cuando yo era estudiante de la Licenciatura en Educación Básica, Plan 1979, en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 251, en Culiacán Sinaloa, hace ya muchos años, tuve un maestro muy “perro” para eso de los números, se llamaba Manuel de Los Ríos, era un excelente maestro para esas cosas que les dicen de Pitágoras. Muy profundo y relacional en sus clases y muy claro en su expresión como persona. Cuando alguna vez faltaba a las clases que nos impartía, justificaba su ausencia diciendo: “ayer no vine y ya, y punto”. Así quisiera decir a mis cuatro lectores, como dice Catón: “una disculpa por mi ausencia de este espacio y ya”. Aquí estoy de nuevo.

Quiero en este escrito del regreso, hacer un recuento de los mejores diez maestros que he tenido a lo largo de mi escolarización: 6 años de primaria, 3 de secundaria, 4 de Normal Básica, 5 de Derecho, 2 de la Maestría en Educación en el campo de la Intervención Pedagógica y el Aprendizaje Escolar, 3 en el Doctorado en Educación. En suma, 23 años de procesos escolarizados, con esas cifras, digamos que estamos en la media nacional. En ese transitar he tenido maestros excelentes, muy buenos, buenos, regulares, malos y muy malos como el…. Alemán. Por si algún lector experto se preguntó por qué no menciono el Kínder como parte de mi proceso de escolarización, respondo: en Charay, a los principios de los años sesentas del siglo pasado no había Kinder. Y si alguien más se pregunta cómo cursé la Licenciatura en Derecho sin haber realizado estudios de bachillerato, también le respondo: hubo un proceso de convalidación de materias, algunas de las que había cursado en la Escuela Normal de Sinaloa me sirvieron para acreditar el bachillerato.

Debo aclarar, también por el mismo respeto para los cuatro aludidos en el primer párrafo, que el título de mi escrito se parece al de un libro publicado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en 1993, el libro en comento se llama “Diez para los maestros”, el texto entre sus páginas trae relatos referidos a los maestros, narraciones escritas por Aguilar Camín, Elena Poniatowska, Enrique Krauze, Federico Reyes Heroles, Andrés Henestrosa, entre otros distinguidos pensadores mexicanos. Hecha esta precisión, empecemos a rendir tributo profesoral. Lo titulé 10 para diez, porque les pongo 10 de evaluación a mis 10 mejores profesores este 15 de mayo de 2021 y siempre.

Inicio este conteo, coloco en primer lugar a mi maestra de primer año de educación primaria, se llamaba Consuelo Pacheco Valdez, ella fue la mentora que me enseñó a leer y escribir allá en la escuela primaria Niños Héroes de Chapultepec, en Charay El Fuerte Sinaloa. Siguiendo los procesos y etapas del método onomatopéyico de Gregorio Torres Quintero, nos enseñó a leer a una cuarentena de ávidos niños pueblerinos, no es cosa menor ese momento mágico del encuentro con la lectura. “El sapito glo, glo,glo”. “El policía”. “Ya llegó la primavera”, fueron entre otras las lecciones en las que abrevamos las letras del alfabeto. Gracias a la maestra “Chelo”. Inolvidable para mí, mientras tenga vida.

Infancia es destino, sostienen los viejos psicoanalistas, tesis sometida a debate en el actual momento, al margen de esas discusiones epistémicas y teóricas, quiero recordar en este espacio a la maestra Adela Gómez Pedrozo de la escuela primaria de Charay, ella me enseñó el respeto hacia las demás personas, su fino vestir era ejemplo para compañeras y alumnos, su voz era clara y fuerte, de profesora convencida de serlo, era una esteta del lenguaje, eso de los pleonasmos nos decía que los evitáramos, hacía esfuerzos considerables porque habláramos de manera correcta el idioma de Cervantes. Nos inculcaba las reglas de higiene con religiosidad, nos decía que no por ser pobres deberíamos andar sucios, puntual y amable, era una de las mejores para leer en voz alta en aquel tiempo.

Ismael Rodríguez Blanco era un maestro de la secundaria Ignacio Ramírez también de Charay, de él, aprendí el amor por la historia, la universal y la nacional, maneras como se les catalogaba en viejos tiempos escolares, sus fascinantes clases de historia relatando los sucesos de la Segunda Guerra Mundial parecía que te trasladaba a presenciar en primera butaca los acontecimientos bélicos de la mitad del siglo pasado. Buena persona, practicante de la solidaridad con los compañeros y alumnos, se le recuerda con agrado y por esos méritos ya descritos, merece estar en mi consideración personal como uno de los mejores diez maestros que he tenido en mi vida escolar.

También en la escuela secundaria Ignacio Ramírez de Charay tuve una excelente maestra de biología, su nombre era Rosa Elia Vázquez Hernández, joven y muy preparada, era la encargada de ponernos en contacto con las explicaciones más científicas de la vida. De voz clara, impecable en su vestir y calzar, muy didácticas sus clases. La fotosíntesis, el respeto por la naturaleza, los tipos de suelos los conocimos en la versión científica a través de las enseñanzas de la maestra Rosa Elia. De trato amable y cariñoso, así era la maestra “Rosita” como también la llamábamos en aquellos años.

Claudio Gámez Perea de la Escuela de Derecho en Los Mochis, es otro  de los maestros que enmarca este escrito, él fue mi maestro en la mitad de la década que va del 1980 a 1990, estudioso escrupulosamente   del derecho civil, parecía que se sabía los códigos y su articulado  de memoria, aún recuerdo las clases en las que con mucha solvencia académica expresaba, “dice la ley “ y efectivamente, consultabas el código y así decía la ley, como bien lo expresaba el maestro Claudio, para él, el fundamento legal era el garante de la convivencia  humana. Con los años el maestro Claudio con sus profundos y amplios conocimientos del derecho se convirtió en Magistrado en el Estado de Sinaloa.

Merceditas González de Acosta, así se hacía llamar la brillante profesora  de música  de la Escuela Normal  de Sinaloa, en el tiempo que cursé  esa carrera en la Normal me percaté de su erudición sin límites, era una enciclopedia  humana,  te hablaba de los Beatles, el famoso cuarteto de Liverpool, narraba con mucha precisión  sus éxitos y giras mundiales, te daba datos veraces del primer pelotero negro que jugó en las ligas mayores de beisbol, te platicaba con mucha solvencia de los grandes educadores  de la antigüedad, además, conocía con detalle las notas de los pentagramas y el funcionamiento de los instrumentos musicales normalistas, le entendía muy bien a la poesía y a la composición musical.

En la Escuela Normal de Sinaloa tuve otro maestro admirable, trabajaba las matemáticas de manera muy didáctica, no ocupaba más que llevar al salón de clases un gis de aquellos blancos que se usaban para escribir en los pizarrones negros, el gis lo llevaba incrustado en la oreja izquierda, esa es la imagen que tenemos los normalistas de ese maestro. Ángel Zepeda Barraza es el mentor al cual me refiero, usaba guayaberas de colores distintos, de verbo entendible y fluido, generaba las explicaciones más claras sobre cuestiones matemáticas que los normalistas de aquel tiempo debíamos saber.

Conocí a Héctor Manuel Jacobo García cuando yo era  alumno de la Maestría en Educación en el Campo de la Intervención Pedagógica y el Aprendizaje Escolar en Culiacán en 1992, Jacobo, recién había llegado de la Madre Patria con su grado de Doctor en Psicología Genética, conocía muy bien la teoría de Piaget, se sentía muy orgulloso  de haber sido alumno de Juan Delval, con él aprendí a aplicar el Método Clínico en infantes de edad escolar, de brillante inteligencia, profundo en sus reflexiones, mesurado en sus explicaciones, por ello y otros atributos, es considerado uno de mis mejores maestros. Sin muchos aspavientos, pausado, claro y contundente, explicaba de la mejor manera las tesis piagetianas con mucha propiedad epistémica, el haber sido alumno directo de Juan Delval, lo facultaba para eso y más.

Fidencio López Beltrán es otro de mis mentores recordados, él fue mi asesor de tesis de Maestría y Doctorado, el doctor López aparte de sus conocimientos me brindó su amistad y su casa, eso para un estudiante escaso de recursos es altamente significativo, muy claro y profundo en sus reflexiones, siempre aunque sabía mucho me daba mi lugar como alumno, recuerdo que siempre que iba a asesorías con él, en vez de demostrarme como lo hacen muchos asesores su erudición, el doctor Fidencio me preguntaba ¿qué hiciste? Me daba tiempo para que le mostrara lo que yo había construido, me escuchaba y acto seguido me daba las recomendaciones más precisas para la construcción de mis tesis.

César Carrizales Retamoza es uno de los mejores profesores que he tenido, él fue mi mentor en el Doctorado en Educación en la Escuela Normal de Sinaloa en Culiacán Sinaloa, eran  mágicos los momentos en sus clases, parecía transportarnos a otros mundos académicos con sus profundas reflexiones, Carrizales o César como le llamaban algunos “igualados”, me  permitió establecer una relación  con uno de los mejores autores que  he leído, Miguel de Unamuno, esa relación  me permitió entrar en contacto con el mejor libro de  educación que he leído: “Amor y pedagogía”.

Carrizales con su sola presencia hacía viajar a otras dimensiones en el salón de clases, en algunas ocasiones la clase de 8 horas se daba con una ilustración que venía en la revista escala de Aeroméxico, esto sucedía cuando se iba del aeropuerto al salón y con solo esa ilustración nos hacía recorrer los numerosos vericuetos de la mente humana, sus interrogaciones educativas filosóficas propiciaban verdaderos, profundos, tortuosos y excitantes procesos reflexivos.

Los mencionados y otros, han dejado una huella imborrable en mi persona, a todos ellos les patentizo mi reconocimiento, lamentablemente algunos de los citados ya han fallecido, aun así, se les recuerda con agrado en este recuento hecho en mayo de 2021. Invito a mis cuatro lectores a realizar un inventario de aquellas experiencias significativas que hayan tenido con sus maestros, ésa es una forma muy bonita de reconocer su gran labor.

Comentarios

Estimado Dr. Adán, pocos alumnos recuerdan y honran a sus Maestros. Y Usted, aquí, en este Blog, reconoce la valía de diez de sus mejores mentores en su vida educativa. ¡Honor a los que el honor ganaron con su trabajo! ¡Ojalá y los diez que Usted menciona sean ejemplo y estímulo para que los demás aspiremos y nos esforcemos por ser como ellos! ¡Ojalá y los alumnos lectores se conviertan en miles de Adanes que recuerden a los Maestros que hoy, ayer y mañana, les prodigan su saber y su amistad magisterial! Ojalá

¡Felicitaciones y un abrazo para Usted, que es un Maestro de igual valía que los diez cuyos nombres aparecen en su relato!

¡Y Feliz Día del Maestro para todos los Maestros del Mundo en todo el Mundo!
José Manuel Frías Sarmiento
LEA-V dijo…
Definitivo. Si algo le he aprendido y copiado al Dr. y amigo Adán, desde que le conocí; es su humildad en el saber y los dominios conceptuales que varios sabemos posee. De hecho, dirán algunos críticos de Alcántar (que también los hay), pero eso no se copia. Está bien no se copia. Se imita o se mimetiza pues.

Este recuento de los/las 10 maestros/as de 10, que dejaron sus improntas formativas para siempre en su personalidad, es la verdad de gran valor. Además de ser todo un gesto de agradecimientos a sus mentores del ayer. Esta narrativa hacia sus maestros y maestras es digno de imitarse. En lo personal, recuerdo haber desarrollado por escrito un tributo al Maestro Lupito. En este blog está publicado.

Seguiremos el ejemplo narrativo del Dr. Apodaca. De mi parte reciba una felicitación por su texto y esperemos la Salud y la Vida sigan fluyendo en sus contextos locales. Un fuerte abrazo. Saludos para el Gûero Macías.

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