“Y lo que vieron fue cómo de un capullo nacía una hermosa mariposa, la cual extendió sus grandes alas de muy bonitos colores y se fue volando”




UN DÍA DE CAMPO EN PRIMAVERA

 

Renato Quintero Arredondo

 

Con el inicio de la Primavera se siente como un nuevo renacer porque todo es más bonito, los árboles reverdecen y se llenan de flores multicolores, vuelan muchos pajaritos por los aires y aparecen montones de nidos nuevos, por todas partes se escucha el Pío, Pío, Pío de los pajaritos recién nacidos exigiendo comida a su mamá que vuela presurosa de un árbol al suelo para conseguir alimento para sus bonitos hijitos. Hay más amistad, más compresión y más afecto entre amigos y conocidos. En pocas palabras, todo es diferente y más bonito.

Y como también en la escuela se siente ya el aire de la primavera, la Maestra Rosy planeó un día de campo con sus alumnos y me pidió que le prestara el rancho (Campo Romero) para premiar a sus alumnos, por ser tan buenos niños y por comportarse bien y aprovechar todo lo que ella les enseña con tanto amor y cariño. Así que, para el lunes siguiente, todos los niños ya estaban listos y en la escuela muy tempranito: bien vestidos para un día de campo, peinaditos y con su lonche muy higiénico y saludable. Nos fuimos en varios carros para ir a gusto y caber todos sin problemas.

En el camino, los niños asombrados por la naturaleza, miraban las parvadas de pajaritos volando; preguntaban por el vaquero montado en su caballo arreando el ganado; se divertían con lo verde del campo y disfrutaban del aire fresco y campirano que entraba por las ventanillas de los carros, les gustaba sentirlo en sus caritas mientras cerraban sus ojitos y sonreían de felicidad ante las nuevas emociones que la naturaleza les prodigaba. Todos iban muy contentos. Llegamos pronto a nuestro destino pues el viaje duró unos treinta minutos. Les conté que en esa Hacienda nací yo y que allí viví los momentos más felices de mi vida. Les dije que se llama Campo Romero y que se iban a divertir mucho como yo lo hacía cuando era niño como ellos. Y todos me escucharon emocionados y con mucha atención.

Luego, bajamos de los carros y los niños, calladitos y muy observadores como suelen ser todos los pequeños empezaron a mirar un mundo distinto al de la ciudad de Culiacán, donde ellos vivían. Les encantó ver el patio de tierra limpio, barrido y regado. En medio del patio existe una buganvilia, bien tupida de flores rojas y con sus brazos muy grandes y extendidos formando una enramada. El patio estaba decorado con globos, carteles con caricaturas y muchas banderitas tricolores. De pronto, Rigoberto gritó, asombrado y con los ojos muy abiertos, ¡Mire, mire, mire, profe, el algodón que está colgado de esa rama se está moviendo mucho! Y ahí van todos los niños curiosos a ver lo que Rigoberto apuntaba emocionado, y lo que vieron fue cómo de un capullo nacía una hermosa mariposa, la cual extendió sus grandes alas de muy bonitos colores y se fue volando. Los niños, con sus boquitas abiertas, lo único que hicieron fue decirle adiós con sus manitas en el aire.

Rigoberto es un niño guerito, flaco y muy pecoso, travieso e imprudente y le encanta jugar fútbol. Desconocemos por qué la Profe Rosy le tiene tanto cariño. Le gusta mucho jugar con la hija de la Profe Rosy, ella se llama Miriam, es una niña muy tranquila, inteligente, muy observadora y muy bonita, con una sonrisa a flor de piel y una mirada muy firme que impone respeto; le gusta tomar fotografías, y por eso siempre se le ve con una cámara en sus manos o colgando de sus hombros, es todo lo contrario a Rigoberto. Miriam encontró un nidito con tres pajaritos aún desplumados, como si pareciera que recién habían salido del cascarón, y fue tanta su emoción que pegó un gran grito de alegría y todos los niños fueron corriendo a mirar; y ella, con su dedito, apuntó al nido y les tocó ver cómo mamá pájara les daba gusanitos a sus hijitos para que comieran que el alimento que ella les traía en su piquito desde los corrales y el canal cercano.

Llegó la hora de comer y todos en orden y sentados, sacaron su lonchera y a comer se ha dicho. Con una mirada rápida, veían la lonchera de sus compañeros e intercambiaban alimentos, y jugando, riendo y comentando lo que habían mirado en el viaje, terminaron de comer.

Después de comer, los llevé al dren en donde yo de niño me bañaba y aprendí a nadar. Les comenté que ésa era mi alberca de niño y todos, asombrados y con su boquita abierta, exclamaron ¡Ah qué grande es! Y enseguida, todos se querían bañar, pero como ya era un poco tarde, les prometí llevarlos otro día.

Nos regresamos a casa y en el camino se nos atravesó una mamá codorniz con 18 hijitos que iban corriendo tras ella para ir a su casita a dormir. A los niños les encantó ese momento; así como también gritaron jubilosos cuando un par de liebres pasaron rápidas y brincando, porque también iban presurosas a su cuevita a dormir. Llegamos a mi casa y los vaqueros tenían tres caballos mansos ya ensillados y listos para montarse; les dije quién quiere montar y, todos a un tiempo, alzaron su manita y gritaron ¡Yo, yo, yo, pero por desgracia, ya era tarde y teníamos que regresar a Culiacán! Ni modo, les dije, se nos acabó el tiempo, ahí será para otra ocasión. 


Comentarios

Estimado amigo Renato, la ternura de su relato nos transporta a la niñez de quienes nacimos y crecimos en las comunidades rurales de Sinaloa. Esos ranchos, que Usted llama Hacienda, como Campo Romero, en los que disfrutar de la Naturaleza era lo cotidiano para nosotros y se convierte en una maravilla para los niños de la ciudad que tienen la dicha y la oportunidad de ir, aunque sea un día, a conocer un mundo distinto al de su contexto.

Muchas gracias por compartir un trocito de la infancia que vivimos hace ya varios ayeres

Saludos y Felicitaciones. José Manuel Frías Sarmiento
Héctor Armando dijo…
Hola estimado doctor Renato. Soy fan de sus relatos. A los que ha autodenominado: "renatoaventuras." Me gusta mucho la vitalidad que palpita e imprime en su prosa. La descripción de las flores, el capullo, la transición a la primavera. Escenas todas que emocionan y alimentan el deseo de escaparse a un lugar abierto, lejos de la ciudad, y respirar a fondo.

Pero ese escape debe hacerse con la curiosidad de los niños, su sinceridad, creatividad y generosidad; que usted tan bien retrata en este breve pero bello relato. Le envío saludos cordiales. Gracias por deleitarme esta mañana de domingo con su texto...
Gabitaqa dijo…
Papá que dichosa tu infancia, no quiero comparar pero desafortunadamente hoy en día son pocos los niños que pueden ver un mundo tan Rico en sorpresas y también pocos los que tienen esa inocencia, me gusta mediante tu relato conocer el mundo como tú alguna vez lo visto :)
Socorro Gurrola dijo…
Hola amigo Renato , cómo siempre me encanto tu relato . Muchas gracias por compartir tus vivencias ! Saludos de tu amiga Má. Socorro Gurrola E .
Estimado Dr. Renato, su relato me vuelve a la niñez entre la niñez. Ese mundo infantil lleno de ingenuidad, pureza pero sobre todo de asombro al observar... "les dije, se nos acabó el tiempo, ahí será para otra ocasión." Ojalá que la otra ocasión se haya cumplido porque ellos no olvidan las promesas y sobre todo el disfrute ante lo desconocido en el campo. Lo felicito.

Gracias por compartir, es un placer leerlo suave.

Saludos cordiales
María Luisa Álvarez Piña

P.D. Estimado profesor Frías, extraño las palabras de: reciba un abrazo desde Los Mochis. así como también sus relatos. Espero este bien el otro Doctor. (Aprovechando el comentario)
Joel solis dijo…
Muy estimado Tio Renato me transportó hacia ese tiempo en que iba al campo romero y me comía mi pan con coca cola e íbamos a la parcela a observar la maravillosa naturaleza dichoso usted que tuvo esa infancia por esos rumbos.

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