"¿Para qué libros como regalo de intercambio en posada? Me acerqué a su oreja y con voz baja dije: para cultivarme y porque me gusta"


NAVIDAD ATÍPICA


María Luisa Álvarez Piña


A decir verdad, es la primera vez que me siento a escribir un texto que refiere a la Navidad. ¿Qué simboliza la Navidad? ¿Qué es lo que primero me viene a la mente? Diré: un Árbol de Navidad, regalos y mi infancia. Se escribe breve, en una hoja blanca doblada a la mitad para un Santa Claus imaginario, unas cartas colgadas sobre el árbol navideño. En mi infancia no se escribían cartas para Santa, mucho menos había árbol; después, ya en la adolescencia, mi madre iba al monte, cortaba un árbol seco, lo fijaba en una pequeña maceta llena de arena y piedras pal soporte, lo pintaba todo de blanco, al mezclar agua y cal y bajo el sol ardiente lo dejaba secar para luego colgar algunas esferas, muchos foquitos de colores se dejaban ver en aquel árbol con tallo mediano y ramas. El puro esqueleto del árbol, ya adornado, se paraba en la esquina de la sala y atesoraba todos los regalos de Noche Buena: muñecas lloronas o arrulladoras, juegos de té, el brinca brinca, cuerdas, trompos, pelotas, entre otros juguetes que ya no me acuerdo bien. 

Con el ojo entreabierto, deseaba que amaneciera el 25 de diciembre para el gozo de los juguetes comprados por nuestros padres, Santa Claus no se veía en el rancho. A Santa lo empecé a conocer en televisión, un señor mayor de edad, barba blanca, anteojos vestido de rojo y panzón con su ¡ho-ho-ho-ho! Dicen que viene del Polo Norte sobre su trineo y ¡vuela! ¡increíble! Entra por la chimenea dejando los regalos sobre el árbol. Qué bueno que no supe de Santa en la infancia. Creencias de cada quien. ¡Aaaahhh! No puedo olvidar el sabor delicioso de buñuelos hechos por la abuela y madre. 

Ahora, me encuentro sobre mi teclado intentando escribir una breve historia de Navidad, pudiera decir tantas cosas; el encuentro familiar ahora “virtual” a distancia, la cena navideña, los villancicos, las oraciones, el nacimiento bajo el árbol, la apertura de regalos, las sonrisas de los hijos, hermanos, la plática amena, la música, el baile, la quebrada de piñata, el brindis de una FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO…  

Hoy nos toca una Navidad atípica y con sana distancia. Aunque Doña Lupe no cree en el coronavirus, dice que de todos modos se va a morir, que eso del coronavirus lo inventó el gobierno pa’ matar a los viejitos. Lo cierto es que durante 11 meses existe una crisis social, económica, de salud. Una crisis de cambios forzados que nos debe trasformar. Una crisis esperanzadora con vacuna en mano contra el virus Sarscov2. El mundo entero entró en crisis y yo junto con él. No hay mal que dure cien años. Ya en calma, pienso que la vida es un instante, que el disfrute no está en las cosas materiales, regalos, obsequios navideños. Desde luego, que es un placer momentáneo. Pero en esta ocasión refiero a un vivir de momentos, aquí y ahora. Apreciar aquellas pequeñas creaciones de la naturaleza; permitirse el goce al observar, recorrer, disfrutar en silencio y a solas el amanecer cercano al Río Humaya vistiéndose de neblina. Me parece un volcán plano, frío, humeando sutilmente a cierta altura; para después estimar el reflejo de sol, pero mientras sucede el cambio de neblina a luz solar los pies se detienen sobre la yerba húmeda, decido simplemente mirar lo que hace tiempo olvidé, lo que siempre ha estado ahí. Pudiera parecer cursi para algunos, hablar sobre neblina en tiempos de Navidad. Pero ¿quién habla de neblina en época decembrinas? Me temo que sólo yo, aunque para Alfonsina Storni no, ante su poema El sueño 2: “máscara tibia de otra más helada sobre tu cara cae, y si te borra naces para un paisaje de neblina en que tus muertos crecen, la flor corre”.

Debo seguir hablando sobre la Navidad, estimado lector, creo que me perdí con la idea central. Permíteme terminar la inspiración que me ha provocado la neblina. Culmina la capa humeante, se desvanece mágicamente y la claridad vuelve poco a poco, mientras que el río sigue fluyendo, ahora baila al ritmo de las ondas tras el reflejo majestuoso de un sol brillante. Despertar, caminar sobre el pastizal cada mañana durante el confinamiento me ha hecho observar esas pequeñas manifestaciones del ecosistema. El invierno llegó y con ello la observancia en silencio. Entonces empiezo apreciar la compañía de la naturaleza invernal. Esto no se escribe en carta para el Árbol de Navidad; sin embargo, pudiera decirse que los momentos de vida son el goce que nos acerca a la serenidad como un regalo de vida y es gratis.

A lo largo de 11 meses, 20 días, 12 horas, 26 minutos del 2020. Diría que me ha tocado vivir una Navidad diferente por la distancia de las relaciones humanas, entre la vulnerabilidad, incertidumbre y miedo; pero también de fortalezas, y de ahí quiero partir ante un año complicado que culmina y otro que empieza con mejores sentires, donde la salud y vida son en primer orden, pasar de lo efímero a lo que perdure, evolucione, lo que acobija en tiempos de crisis, siendo para mí la Literatura. 


Leer e intentar escribir. El legado de buenos escritores donde los momentos de crisis de pandemia se entrelazan con el pasado, entre el miedo patológico, las novelas narran la experiencia de una sociedad en cuarentena, a consecuencia de una pandemia, La peste por Albert Camus o de Gabriel García Márquez, El amor en tiempos de cólera. Fue extraño para un compañero docente, pedir por escrito como intercambio un regalo de cuatro libros: El llano en llamas y Pedro Páramo, ambos de Juan Rulfo; El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. En aquel lugar campirano de reunión entre personal docente, administrativo y de intendencia al término del desayuno, en medio de la entrega de regalos me sonrojo tras la escucha. Al momento de dar mi regalo y recibir lo que pedí por escrito en el pizarrón de la dirección escolar; él se acercó y me dijo: ¿Para qué libros como regalo de intercambio en posada? Me acerqué a su oreja y con voz baja dije: para cultivarme y porque me gusta.


El encierro obligatorio para salvaguardar, revalorar la salud ante la pandemia, me ha conectado a leer por ratos aquellos libros que he desatendido por otros asuntos. Hoy, en fecha cerca a la navidad, me refugio en ellos, me hacen olvidar momentáneamente las miserias de la humanidad, la angustia del contagio del Covid19 y la muerte, escapar sin cobardía. Diciembre llegó, como también la voz humilde del Gabo, tras el agradecimiento de millones de lectores por su obra Cien años de soledad:


“Amigos todos. Personas dispuestas… es la demostración de que hay millones de lectores de textos en lengua castellano esperando hambrientos de ese alimento. Solo sé que desde que tenía 17años y hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme temprano todos los días; sentarme frente a un teclado para llenar una página en blanco o una pantalla vacía del computador, con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie que haga feliz la vida a un lector inexistente… nada he cambiado desde entonces. Nunca he visto algo distinto que mis dos dedos índices golpeando una a una y a un buen ritmo las 28 letras del alfabeto. El desafío es para los escritores, todos los poetas, narradores y educadores para alimentar esa sed y multiplicar esta muchedumbre, verdadera razón de ser de nuestro oficio y por supuesto de nosotros mismos… lo que ahora sé, es que no dejé de escribir ni un solo día durante dieciocho meses hasta que terminé el libro.   


Serán los años, la fecha de Navidad, la melancolía, la extrañez, la niñez en el cuerpo de un adulto o viceversa, lo que trae este pequeño texto que intento escribir sobre una Navidad Atípica.

Comentarios

Estimada María Luisa, esta mirada atípica a una Navidad diferente a la que estamos acostumbrados es un buen pretexto para reflexionar acerca de las situaciones que dan sentido a nuestra vida.

Algunos lo entenderán de una u otra manera, pero aquí, con tu relato, lo importante es que los relatos del Blog abran un hilo de pensamiento sobre las realidades que nos toca vivir de cerca y a distancia, para proteger y disfrutar lo más valioso de nuestra vida, que es la Vida misma.

Saludos, Feliz Navidad y un mejor Nuevo Año 2021 
ESTIMADO PROFESOR FRÍAS. ASÍ ES, SOMOS DE PENSAMIENTOS E IDEAS UNIVERSALES, OBSERVAMOS LA VIDA EN SENTIDOS DISTINTO Y ME PARECE QUE AHI RADICA LA GRANDEZA CONSCIENTE DE CADA HUMANO.

AGRADEZCO LA OPORTUNIDAD DE COMPARTIR EN ESTE BLOG.

SALUDOS CORDIALES.

¡FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2021 MEJOR!
Marcelo Tolosa dijo…
Muy bien, Estimada Maria Luisa, como se encuentran en estas epocas especiales? Espero que muy bien. Sin duda la situacion especial que se vivio este anio, se ve reflejado en su escrito y nos hace todos ver esta epoca special que viene con otros ojos. Pero dentro de esto, tambien hay cosas buenas. Nos dio la oportunidad de enofocarnos en nuestros objetivos, asi como tambien nos dio la oportunidad de convivir en este espacio creativo y poder echar mano libre de nuestra pluma o en este caso el teclado.

Le mando un saludo Estimada Maria Luisa y FELIZ NAVIDAD!
LEA-V dijo…
Mi estimada maestra María Luisa. Qué texto tan hermoso y llegador. Usted es la dueña del texto y es la que decide el rumbo que toma. Me encanan los textos no-planos. Esos que te anuncian algo y te enredan con otros micro relatos internos. Sus autoreflexiones, sus manoteos poéticos (bellos) y el Signo Navidad, fueron una placentera combinación. Reconozco esta su capacidad narrativa. Pero déjeme decirle, que los enunciados, que me trasladaron a mi cruda infancia; fueron los que refirieron al palo seco, representando, al árbol de Navidad. Se me nublaron mis ojos de lágrimas al recordar (y a la vez pensar), esos momentos y decirme CUÁNTAS COSAS Y HECHOS compartimos los seres humanos y a veces nos desgarramos pensando que quizás seamos los únicos. Benditas narrativas de provincia, como nos llaman despectivamente los chilangos. Le felicito y doy las gracias por su Navidad (A)típica. Gracias maestra María Luisa.

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