"Cuando hay una buena educación te dan ganas de aprender más y más y no de salir corriendo y dejar todo a un lado"

LA EDUCACIÓN EN SEGUNDO PLANO

Ilze Daniela Luna Urrea

Recuerdo, como si hubiese sido ayer, aquella noticia en Culiacán del primer caso de Covid-19, en el prestigiado hotel Lucerna. Antes de enterarme, me encontraba en mi universidad donde se llevaba a cabo el baby shower de dos compañeras de nuestro grupo; todo era alegría y felicidad hasta que los rumores y escándalos llegaron a mis oídos, si soy sincera siempre me ha atacado el pánico y esta vez no fue la excepción. Me atacó el miedo; y sí, fue un miedo extraño entrando a mi cabeza por lo desconocido y por el temor a contagiarme de ese mentado virus, que unos días antes había visto en la televisión que a China entera la había puesto de cabeza. 
Para cuando volví a mi realidad, mis compañeras irían a recoger los pasteles del festejo a una plaza comercial, para esto mi cabeza sabía o, más bien, me decía que tenía que conseguir gel, cubrebocas, toallitas o cualquier producto que sirviera para desinfectar; así que les pedí que me llevaran con ellas ya que quería ir a comprar los productos antes de que se agotaran. Recuerdo que al llegar a la plaza me fui directo a la farmacia a comprar lo que necesitaba para mi seguridad y la de mi familia; pero, desafortunadamente, al llegar miré un letrero pegado en el vidrio de la farmacia que decía: “No hay cubrebocas”. Realmente, si ya iba atacada por el miedo, ahora estaba en shock total y frustrada por no saber lo que se vendría con todo esto.

Cuando regrese a la Universidad, me entró un desespero por irme y hablar con mi familia para que ellos consiguieran los productos antes que se acabaran; así que cuando llegó la hora de irnos a casa, iba a tomar mi camión como siempre sólo que con la diferencia de que sabía o, más bien, me hacía a la idea de que en el trascurso me podía contagiar; y sumándole que estaba con esa preocupación de no saber si encontraríamos lo necesario para mantenernos a salvo. Pero no sabía lo que realmente se vendría después de este día, del día que cambió mi vida. Y me atrevo a decir del día que cambiaría la vida de muchos…

Al siguiente día fue angustiante, ya que tenía que asistir a la escuela, y para llegar tenía que tomar autobuses del transporte público, lo cual me aterraba porque yo no sabía que tan peligroso podría ser o si me podía contagiar. Cuando llego a la escuela me siento en mi lugar y empiezo a sacar mi gel antibacterial, que por suerte tenía antes de este dichoso virus, no sé si mis amigas se sintieron un poco mal o si lo tomaron de forma divertida, pues me miraron raro como diciendo: “Estás loca, Luna”; pero en realidad era mi mente dominada por mi miedo a lo desconocido. Mis amigas me decían exagerada, loca, miedosa y no sé cuántas cosas más; claro que todo era de buena forma, pero en verdad estaba preocupada por cosas que aún no pasaban.

No recuerdo cuántos días fueron exactamente después de esta noticia, pero seguíamos asistiendo a clases. Cada día que miraba la televisión era para ver noticias sobre el caso de Covid-19 en Culiacán, y es que no se hablaba de otra cosa. 

Al poco tiempo nos enteramos que se cancelaban clases para los niveles de preescolar y primaria, pero aun no daban noticias para suspender en las universidades. Ahora no era yo con el miedo solamente, sino que algunas compañeras de mi grupo también se empezaron alarmar al ver que se suspendían clases y no precisamente para nosotros. El primer sentimiento que se me vino a la cabeza fue la frustración ya que me preguntaba ¿acaso nosotros no valemos? ¿Por qué no han suspendido clases para nosotros? ¿Piensan que nosotros somos inmunes o qué? Estaba muy enojada pero angustiada a la misma vez, entonces pensé en no asistir más porque era peligroso, pero algunas compañeras pensaron igual y llegamos a una conclusión de hablar con nuestros maestros, para comentarles que no queríamos asistir más a clases presenciales, que nos dejaran los trabajos y tareas por teléfono o por internet ya que faltaba poco más de una semana para salir de vacaciones de Semana Santa. 

La verdad fue que algunos estuvieron de acuerdo y otros no, pero como fue la mayoría los que dijeron que no tendrían problema por seguir trabajando desde casa, pues al final terminaron aceptando todos los docentes. Y así fue, trabajaríamos a distancia, por nuestra seguridad. Y fue aquel día que salimos de clases sin saber que no volveríamos pronto, ni en muchos meses…

Aquí es cuando empieza lo triste. Y sí, digo triste, porque no sabíamos en lo que se iban convertir nuestras vidas y nuestras clases que ahora serían virtuales. Hago la aclaración de que no escribo este texto con la intención de ofender o culpar a alguien, sino de mostrarles un poco de lo que se está viviendo esta etapa de pandemia. 

Nos explicaron cómo serían las clases por línea, en cuáles horarios trabajaríamos y en qué fechas podríamos entregar los trabajos asignados. Todo marchaba bien los primeros días, pero tengo que decir que me sentí un poco extraña trabajando desde casa y, además, porque era la primera vez que yo trabajaba así, pues siempre asistía a clases presenciales. Algunos docentes nos mandaron todas las actividades con fecha y horario a entregar, lo cual fue bien organizado por parte de ellos; pero para mí fue un estrés enorme al ver que serían demasiados días tomando clases desde casa. Y, lo vuelvo a decir, sentí otra vez ¡Miedo a lo desconocido! Así es, miedo a perder mi promedio, miedo a no comprender temas que era necesario ver y miedo a no poder dar más de mí como estudiante.

Y eso que nada más era miedo y angustia por lo académico. Ahora… vamos a hablar de lo que es real en la vida, y digo real en la forma de lo que en verdad como ser humano que soy es de necesidad, dejando de lado a la alumna que soy de lunes a viernes. La primera pregunta que me haría, sería la siguiente ¿Nosotros también nos podemos enfermar de Covid-19? Lo pregunto porque estamos así por una pandemia que se ha prolongado hasta llegar a ser una catástrofe mundial. Y yo quiero saber esa respuesta como ser humano que soy. Porque yo que recuerde nunca las clases pararon porque sí o nunca llegaron a ser tan estresantes. Yo jamás escuché a alguna autoridad preocupada por nuestra salud o por la salud de nuestras familias; porque, vamos a ser francos ¿Cuántos de nuestras familias tienen el privilegio y la seguridad de una nómina pagada, aunque no asistan a trabajar? No sé con exactitud, pero la mía no. 

Entonces, aquí es cuando empiezan las preocupaciones de la vida real. Y aquí la educación pasa a segundo plano. Se viene una crisis enorme porque tus jefes te dicen que no puedes trabajar más por la grave situación salud en el país; y, por lo tanto, no te pueden seguir pagando. Y, entonces, ves a tus papás angustiados porque tienen que seguir yendo a trabajar, o buscar otro empleo para solventar gastos de primera necesidad; o, incluso, eres tú la que, antes de todo este rollo, eras la que trabajabas medio tiempo para poder ayudar en casa con los gastos y ahora ya no lo puedes hacer. ¡Esa es la vida real!

Y a todo esto, súmenle que después de estar en algunas de estas situaciones, tenías que meterte a una computadora, un celular, una tablet o lo que fuera para estar conectada con tus maestros; y eso los que teníamos los medios para estar y decir presente en cada clase. Sé que no es culpa de las administraciones y sé que la educación no se puede detener por esta situación, pero como ser humano y como estudiante pedía compresión en esos días donde sentía que no podía más, donde los problemas de la vida eran más grandes que cumplir con una tarea, que, aun sabiendo que eso me afectaría en lo académico, era primero el ver como salías delante de todo lo que está pasando hasta del día de hoy. 

No sé a cuántos ni a quiénes les pasó algo similar, pero tengo que confesar que me costaron lágrimas sacar o, más bien, rescatar el semestre; porque, aunque mi familia buscaba la manera de solventar lo económico o de salvar a familiares que eran presa fácil de enfermar, y resolver los mil problemas que surgieron en casa, yo seguía aferrada a estudiar y hacer como que nada pasaba para aprender y concentrarme. 

El tiempo no se detenía ni las deudas tampoco, y aumentaba el peligro de que algún miembro de mi familia cayera por esta enfermedad. Entonces dejé que todo pasara. Me fui acostumbrando a tomar el estrés y la ansiedad como algo normal. Después de esto vino algo que me quebró, como humano y como estudiante. Vino algo que muchos le temen y muchos no, pero en mi caso y bajo las circunstancias sabía que sería difícil poder sacarlo adelante; bueno, sin más drama, llegó hora de cerrar semestre y junto con ese cierre llegó el dichoso Proyecto Final. 

La verdad, tengo que decir que, gracias a algunos docentes, fue fácil; pero gracias a otros definitivamente no fue así. Vamos a decir la verdad o mi verdad, mejor dicho. Después de un semestre en el que entregar los trabajos o estar activadas en tiempo y forma era más importante que comprenderlos, donde el conocimiento era escaso y fatal sobre los temas porque lo que contaba para todos era la fecha de entrega, ¡qué se podía esperar de este proyecto, donde me atrevo a decir que la comunicación era mala, no para todos, pero sí para algunos! Aun así, traté y di lo mejor de mí como estudiante, ¡y vaya que lo di todo! Traté de hacerlo lo mejor que entendí.  

Tengo que decir que al final no me fue mal y que, después de mil intentos por corregirlo, se entregó en tiempo y forma, terminando así el semestre y acabando con angustias, llantos, frustraciones e inseguridades. 

Diría que aquí acaba el relato. Pondría “FIN”, pero… no es así. No acaba aquí, porque ahora hay que pensar y responder esta pregunta ¿Qué nos deja esta experiencia? ¿A poco es normal que te sientas intimidada por un maestr@ que te da a entender que no eres lo suficientemente buena alumna para sacar adelante tus tareas? ¿Es normal llorar durante una semana por no cumplir expectativas altas que te piden, sin importar tu situación? ¿Es normal tanta deserción en la educación? 

Realmente no estoy segura, pero lo que sí sé es que una educación buena como la llaman en la televisión no la estamos viviendo de verdad. Tratamos de dar y sacar lo mejor de todos, pero muchas veces nos olvidamos de que somos seres humanos y de que, como mexicanos que somos, debemos tener empatía por los demás, debemos de ver al mundo real, debemos dejar de fingir y de simular que avanzamos cuando no es así. Con todo esto me refiero a que cuando hay una buena educación te dan ganas de aprender más y más y no de salir corriendo y dejar todo a un lado. Una buena educación es recibir con gusto las materias que te imparten día con día, no con flojera, con angustia o con temor. Y una buena educación no te saca lágrimas de coraje y de impotencia. 

No soy docente ni tampoco un político que tiene poder, pero… no hace falta serlo para observar la situación en la que estamos, simplemente soy una estudiante que habla porque ha vivido esa experiencia. Ahora sí, doy por cerrado el semestre y espero el que viene con ese miedo, pero con la esperanza de creer que puede ser mejor.

Comentarios

Ilze Daniela, tu relato cala en lo más hondo y por diversas vertientes nos hiere la sensibilidad. Nos cala como seres humanos, como educadores y como los docentes que también somos.
Ante la pandemia que nos agobia y no tiene para cuando dejarnos de aterrar, todos reaccionamos de diferentes maneras y ante distintas situaciones; pero como bien lo apuntas en tu relato, como mexicanos que somos, deberíamos de tener empatía por los demás, y más todavía si de educación hablamos.
Te felicito por la claridad y por la sinceridad en tu texto. Por ser una joven alumna con talento y seguridad al escribir.

Estimada Ilze la recuerdo bien cuando fue partícipe del libro El valor de aprender. Con esa chispa que brilló en su
mirar y sonrisa nerviosa, con las ganas de escribir, y hoy me toca leer un buen texto que nos permite aflorar los mejores sentimientos y actitudes de las personas para luchar y sobreponerse ante lo ante la pandemia, tal como diría Albert Camus plasmó en La Peste un retrato emocional de una comunidad sumergida en un entorno sombrío y estremecedor.

La felicito, por la expresión de su historia.

Saludos. Ánimo!
Vanessa Vega dijo…
Hola compañera Luna, leyendo tu texto me hizo recordar y transportarme a esos días de pánico y si exactamente paso así, comparto la frustración y el estrés de las clases virtuales, aunque siendo sincera fue una experiencia nueva para todos aunque no fue planeada con su debido tiempo.. Muchas felicidades compañera, me llena de orgullo tener una amiga como tú! Mucho éxito en tus textos.
Daniela Luna dijo…
Me da gusto que les haya gustado a todos por qué eso quiere decir que voy por buen camino ya que cuando se lee se disfruta y se siente. Espero y poderles compartir un poco más y que les siga gustando. Gracias por sus comentarios bonitos ❤️✨
Unknown dijo…
Hola amiga Luna, leyendo bien tu texto me hizo transportarme a cosas anteriores a lo ocurrido y al igual que tu comparto esa frustarcion, estrés, pánico que teníamos ese día del hotel lucerna que la verdad fue impactante sobre todo cuando tuvimos que tomar el camión y el miedo de contagiarnos bueno amiga también comparto contigo lo de las clases virtuales que para todos fue todo una experiencia buena o mala pero experiencia al fin de cuantas y de ellas siempre hay que aprender y tomar lo bueno siempre... Muchas felicidades amiga me llena de orgullo tener amigas como tu en mi vida no encuentro las palabras adecuadas para decirte lo que si se es que sigas brillando como lo has hecho asta hoy y se que llegaras muy lejos te lo digo de corazón y no olvides que en mi tienes a alguien que te admira no dejes de escribir con tanta sinceridad como lo has hecho asta hoy te quiero mucho amiga mis mejores deseos hoy y siempre.
Compañera Luna, la felicito es un texto muy valiente porque denuncia y muy honesto porque expone las dificultades por las que usted ha pasado.La narrativa está muy bien llevada, me gustó leer lo que usted ha pasado,situaciones de las que muchos estudiantes no han estado ajenos.
Un abrazo desde Los Mochis.
Adán Apodaca
Muchas felicidades por tu texto Ilze Daniela. Espero no haber sido de los docentes que te hizo sentir ese pánico y agobio durante y el cierre del semestre. Me da gusto que te atrevas a escribir lo que piensas. Sobre todo porque es un tema del cual hay mucha tela de donde cortar. Saludos cordiales.
Gsp dijo…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gsp dijo…
La felicito por su texto y por la sinceridad en sus palabras,Me alegra que existan personas con tanta valentía.
Saludos y Bendiciones!
Anónimo dijo…
Dr.Renato Quintero A.

Daniela en primer lugar quiero felicitarte por tenerle valor de mencionar las deficiencias de nuestra sistema de educacion pero eso es algo que casi todos lo sabemos, espero que nuestras nuevas generaciones de educandos y nuestros políticos lo van a cambiar para bien. Solo espero que esta pandemia abra conciencias y bien. Y que nuestra política voltee para mejorar por nuestro bien tanto en educación como en salud y no nos agarre otra pandemia como está sin infraestructuras y sin medios para salir adelante y todo por que nuestros políticos anteriores se robaron todo y ahora quieren que en menos de tres años se corrija todo.
Me despido con un fraternal abrazo y espero que mi comentario no ofenda.
Atte: Doctor Renato Quintero A.

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