"El anciano trató de esconder sus lágrimas cubriendo sus ojos con unos lentes oscuros"

LA ESTATUA

David Ruiz Torrero

Un hombre mayor miraba una estatua de bronce de la fundadora de la escuela acompañada de la mano de un adulto con varios niños felices a su lado. El anciano trató de esconder sus lágrimas cubriendo sus ojos con unos lentes oscuros y colocando su mano derecha sobre su mentón. Interrumpió sus pensamientos cuando alguien más se sentó en la misma banca que él.

-Buenas tardes señor –le dijo, el joven que se sentó cerca suyo.
-Buenas –respondió fríamente el anciano.

El adulto mayor trató de disimular lo más posible el limpiarse sus lágrimas para que el joven no se diera cuenta, pero se percató de que él ya lo había notado.

-¿Todo bien, señor? ¿Le ocurre algo? –preguntó preocupado.
-Sí…es sólo el peso de los recuerdos del ayer.
-Espero que no sean malos.
-Mmm… se entremezclan con los buenos y los agridulces, como lo es la vida.
-Entonces, ¿son lágrimas de alegría?
-Je, algo así… ¿Sabes quiénes son esas personas que aparecen en la estatua? –el anciano señaló la estatua de bronce al joven.
-La verdad no, acabo de llegar.

-Aquella mujer que aparece en la estatua es la fundadora de esta escuela. Se llamaba Adriana. Era amiga de mi padre, y no sólo se volvió mi jefa cuando entré a trabajar a esta escuela hace años, sino que también mi amiga.
-¿En serio? ¿Hace cuánto fue eso señor?
-Creo que han pasado más de cuarenta años desde entonces.
-Eso suena un tiempo bastante considerable.
-Y que lo digas. Cuando llegué a esta escuela me sorprendió mucho ver tantas carencias, particularmente en el área de secundaria y eso que siempre ha sido una escuela privada. Lo más curioso es que este lugar tenía más de diez años cuando me incorporé a su personal docente.
-Me imagino que puso manos a la obra cuando recién entró.
-En realidad no, pero me hubiera gustado. Yo siempre he sido una persona tranquila, así es que quise observar mejor la situación antes de actuar. Y, sobre todo, porque en ese período estaba inscrito en unos cursos especiales para validarme como maestro, por lo que no sabía ni por dónde empezar a ayudar.

-¿Y qué fue lo primero que hizo cuando se sintió preparado?
-Hice primero un diagnóstico, un análisis, de la situación de la escuela. Gracias a una materia que llevé en esos cursos para maestros pude analizar nuestra escuela desde distintos ámbitos y/o elementos, y no sólo eso, sino que también pudimos planear una meta en común. Aún me acuerdo del título del documento.
-¿Cómo le puso?
-“Instituto Federico Froebel, La escuela qué es y la que queremos ser”.
-Se oye bastante bien, ¿y qué fue lo que encontró?

-Antes de que te responda, debo especificarte que me concentré en el área de secundaria, ya que fui maestro de varias materias en los tres grados. Ahora, respondiendo a tu pregunta, encontré muchas deficiencias y carencias, pero también me encontré con virtudes.
-¿Cómo cuáles? –levantó la ceja el joven.

-En lo académico, el nivel de aprovechamiento de los primeros grupos dependía del grado al que pertenecían. Por ejemplo, el segundo grado tenía un nivel de aprovechamiento mejor que primero, cuando hubo tercer grado éste arrastró los problemas que ya traían cuando estaban en el año anterior. Para superar esta situación, decidimos entre todos los maestros usar distintas estrategias didácticas para llamar la atención de nuestros estudiantes en los temas de clase, y así aumentar su interés en los temas para mejorar sus resultados. Incluso, tomamos varias clases afuera e hicimos tours por la ciudad y hasta virtuales.
-Eso se oye bastante bien. Pero me imagino que hay más en la historia.

-Y que lo digas muchacho jaja. Incluso, había problemas administrativos. La directora de secundaria era su vez maestra de dos materias, lo que le afectaba siempre en sus funciones de coordinación. Tardamos un tiempo, pero cuando la escuela se recuperó tras la pandemia pudimos contratar a una nueva maestra para que se hiciera cargo de las materias que ella daba y así relajar su trabajo administrativo. Por suerte era una escuela pequeña, por lo que la organización del personal era bastante eficiente y unida.
-La virtud de lo pequeño, o como dice mi padre: “lo pequeño es hermoso”.
-Mi padre… solía decir lo mismo.
-Que coincidencia. 

-Sí… sabes, una de las áreas de oportunidad que más trabajo nos costó superar para cumplir nuestra meta de volvernos nuestra escuela soñada, fueron las instalaciones y los recursos. Teníamos una cartera vencida muy grande y los salones de secundaria en particular eran los más viejos y descuidados. Incluso, había varios edificios viejos que estorbaban en el reducido patio de juego de la escuela.
-¿Y cómo le hicieron?

-Las finanzas y los números nunca han sido mi fuerte, pero encontramos una forma de condicionar nuestros servicios a los niños de padres irresponsables para que éstos pagaran lo que debían, mientras no pagaran, sus hijos no podían presentar sus exámenes, por ejemplo. Un poco extremo, pero fue necesario para forzar a los padres a cumplir con sus responsabilidades. En cuanto obtuvimos esos recursos, también conseguimos un préstamo especial para tener más dinero y así poder tumbar esos edificios que estorbaban en el patio, además, pudimos mejorar la infraestructura y el ambiente de nuestros salones de secundaria.

-Es una historia interesante señor. Sabe, yo acabo de perder una oportunidad de continuar mis estudios de posgrado y ahorita no sé qué hacer con mi vida. 
-Hay que ver los problemas como lo que son en realidad: oportunidades. Los errores y las dificultades nos deben servir para sobrellevar mejor nuestra vida.
-Gracias…en serio necesito palabras de aliento ahora.
-¿Cómo te llamas muchacho? –preguntó el viejo quitándose los lentes oscuros.
-Me llamo David Ruiz Torrero, ¿y usted?

El anciano exclamó: -¡Yo también! –misteriosamente el joven ya no estaba. –Ya veo Adriana –dijo conmovido. –Aun sigues viéndome desde el cielo. No tienes nada de qué preocuparte, ya que seguiré haciéndome cargo de la escuela como me lo pediste.

Comentarios

David, me da gusto que colabores con un texto que sé te interesa de verdad. Pues adentrarse en los deseos inconclusos y en los anhelos sin concretar, es un acicate para empujar la rueda de la vida con mayores fuerzas y con mejor reflexión personal intelectual.
Espero y podamos hacer realidad lo que soñamos. Saludos

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