“¡Destápate otra caguama compa, porque ésta ya se acabó y estoy más picado que el frijol de la CONASUPO!”
¡QUÉ
VIDA COMPA!
Alfredo Zañudo Mariscal
Hace varias
décadas, dividía mi tiempo entre la familia el trabajo y los ratos de
esparcimiento con algunos compañeros docentes. Esos ratos de convivencia me
hicieron reflexionar, en que era necesario seguir estudiando y de esa manera
alejarme un poco de los famosos viernes sociales que se organizaban en la zona
escolar, sobre todo los días de quincena en casa del profe Martiniano (qepd),
bajo la sombra de los mangos.
Recuerdo que cooperamos
para comprar sillas plegables y así poder disfrutar a gusto del líquido
ambarino, que servía para bajar la botana consumida, la cual, generalmente,
consistía en pescado frito, pollos asados, carnitas o chicharrones.
Fue por eso que me
decidí a estudiar la Licenciatura en Educación en la UPN. También fue el hecho
de me comisionaron en la Supervisión escolar como asesor técnico pedagógico y
sentía que me faltaban muchos referentes teóricos de los temas tratados en los
cursos o talleres de actualización, los cuales debía reproducir a los
directores de la Zona Escolar 068.
Algo que me
contaron, cuando dejé de asistir a las reuniones sociales fue lo que comentó mi
compadre Humberto: desde que mi compadre
Alfredo se volvió upeniano, ya casi no convive con nosotros, a ver si no
termina loco por tanto libro que leen ahí. Pues bien, mis escasos lectores,
la narrativa que sigue, gran parte es producto de esos momentos de
esparcimiento. De ahí el título que ostenta este texto.
¡Destápate otra
caguama compa, porque ésta ya se acabó y estoy más picado que el frijol de la
CONASUPO! Además, hoy tengo ganas de platicar a rin pelón o al chile, como
decíamos allá en el rancho. Como te iba diciendo mano, está de la chingada la
vida que me tocó. Siempre chambiando, desde la mañana hasta la tarde y de pilón
seguirle los sábados. Ya me estoy hartando de esta situación. Dime tú ¿para qué
tanto trabajo y trabajo? Si de todas maneras no salgo de perico perro, porque nomás
me alcanza para medio comer, medio vestir y echarme una que otra caguama con
los amigos de vez en cuando. ¡Como quisiera ser como otros profes que les vale
madre la balacera y nomas cumplen, o medio cumplen, con la chamba y se dedican
los fines de semana a descansar o a tomar! Porque tú sabes que a mí sí me gusta
la cerveza, pero no tan seguido como a ellos, que agarran la jarra todas las
semanas. Yo, a veces, los acompaño porque se agarra un chingo de botana cuando
pisteas con los camaradas.
Ahí tienes, por
ejemplo, cuando tomábamos con el compa Javí. ¿Te acuerdas de aquella ocasión
que decían que la julana andaba con zutano y la mangana con perengano y el
compa Javi luego luego reviraba y decía: déjalos
tú, de algún mal se han de morir? También aquella vez que unos compañeros
agararron botana de su jefa delante de él y un nieto de la doña, ¿te acuerdas
que le gritaba al plebe: defiende a tu
abuela pendejo? Y enseguida les echaba
madres a los que se burlaban diciéndoles: vayan a reírse de la más vieja
de su casa, bola de cabrones.
¡Ah, y que me
dices de la noche aquella en casa del profe Martín, cuando sufríamos con esa
canción de Vicente Fernández que dice lástima
que seas ajena y no pueda date lo mejor que tengo! ¿Te acuerdas que el
cabronsísimo del Javi se levanta y se le arrima a la Lupe y se agarra entre las
piernas para decirle lo que quería darle? Y luego, al rato que ya estaba más
pedo, que sale otra canción que dice: aquí
tienes las llaves de mi alma, puedes entrar a la hora que tú quieras, y el
pinchi Javí que les gritaba a las mujeres. ¡Ay
Amalias, cómo las quiere su pito! Sí, porque para gritar y bailar, a medio
pedo entre los profes no hay nadie que le gane al buen Javi.
Nombre, también
cuando agarrábamos un chingo de botana era cuando se trataba de dar la
cooperacha para seguir tomando. Cuidadito con que el Javí se diera cuenta que
alguien de la bola no sacara la cartera porque luego luego le gritaba: Cabrón,
no te hagas pendejo, que no te pagan con fichas ni trabajas con viudas.
Pero no creas que
nomás pedo es así, también bueno y sano le vale madre. Me acuerdo de aquella vez
cuando estábamos juntos en un curso, ¡chale, hasta me da agüite recordarlo!
Pero pásame la caguama para llenar el vaso y contártelo mejor. Pues que te cuento,
que cuando vio venir al mero jefe dijo: Ahí
viene la madre superiora. Pero espérate, déjame echarme otro trago para contarte
lo peor. En cuanto el jefe llegó con nosotros el recabrón no le va diciendo: Oye Jesús, que crees que dijo este bato, en
cuanto te vio dijo: ahí viene la puta mayor de la zona escolar: Nombre,
hubieras visto, yo me agüité un chingo, porque no me llevo con el Chaca. Afortunadamente,
éste le respondió: pendejo, eso lo has de
haber dicho tú, y ahí quedó nomás la cosa.
Pero no es al
único profe al que le gusta el pisto y la borrachera. Ya vez que al compa Beto
también le encanta las chelas. Y aunque el magisterio no le da para sus gustos,
en sus ratos libres trabaja la albañilería y de ahí saca para tomarse sus
caguamas, botes de Tecate, medias de Pacífico o lo que caiga, porque él no se
anda con remilgos y le entra a lo que sea; ya vez que a veces se da el lujo de
contratar a los chirrines. Y en esto de la tomada, también él tiene sus anécdotas,
como aquella vez que mi compa Beto iba bien crudo a hacerle una chamba al
Palomares. El gordo le ofreció unas caguamas para que se las curara. Pero la
sorpresa que se llevaron al abrir el refrigerador, pues no había nada de
cervezas. Y el Palomares que le grita a su vieja ¡Chavelita! ¿y las dos botellas que estaban aquí? Hace rato las eché a la basura -contestó
su doña, -como ya tenían varios días
guardadas pensé que no servían. Y ahí tienes que el compa Beto se dejó ir como
cochi a la basura a recoger las caguamas que sudaban porque todavía estaban
heladas.
No, si te digo que este bato también es cajeta pura. Él y yo antes pistiábamos muy seguido y pues también tenemos por ahí una que otra hazaña. Pero esa más tarde te la cuento porque ahorita nomás nos queda una caguama, así que no te hagas pendejo y déjate caer con una feria porque tenemos que ir a llenar la hielera antes de que nos cierren el expendio.
Comentarios
Estimado Maestro Alfredo, los profes también somos humanos y caemos en veleidades del mundano mundo que nos rodea. Celebro que, con gran humor, rescates anécdotas que muestran ese aspecto terrenal de los héroes de la didáctica y de la pedagogía.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Dice el maestro Frías que los maestros somos humanos y caemos en 'veleidades' que entre otras acepciones tiene deseo o intención que resultan en antojos o capricho superficiales, pueriles; según la REA. Lo que es innegable, y debería ser motivo de diversidad de reflexiones, más allá de la presencia que debe tener ante la sociedad y el tipo de modelo a seguir o al menos a representar, hay que hablar de esa humanidad que nos impregna, que debe respetarse y, en el mejor de los casos, orientarse.
Aun cuando mi historia en la docencia es años luz diferente a estas anécdotas, porque las edades, circunstancias e instancias fueron diferentes, para mí vale mucho la pena entender esas necesidades de los profesores de compartir con otros experiencias, vivencias, sabores y sinsabores de la práctica como de la vida escolar que se lleva mucho de nuestras vidas; ojalá existieran diarios, o algún tipo de material que recogiera las experiencias de los docentes, los caídos, los retirados y los activos. Que nos permitiéramos comprendernos como un colectivo y comprometernos en crear redes de apoyo para los maestros.
Muy buen relato. Me hizo recordar mis tiempos en que recién entré a la UPN. Al poco tiempo de haber entrado e hice amistad con algunos compañeros y hubo la confianza de invitarme a algunos convivios, ahi también surgían historias memorables dignas de contarse en un raleto que posiblemente las cuente también.
Saludos cordiales
Efrén Morales