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Mostrando las entradas de octubre, 2020
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CALACAS DE MI CIUDAD José Manuel Frías Sarmiento Culiacán es mi ciudad Más bien parece Panteón Por tanto Muerto Insepulto Que Murió por la calor. También los Mata la luz Que cobra la Comisión Por tres méndigos foquitos Les quitan un buen ferión. Yo no digo que sean malos Los cobros a tantos Muertos Pero piensen en la gente Que no alcanza pal sustento. Y es que hay Difuntos que cobran Sin mirar la situación Y a los pobres Esqueletos Los siguen hasta el Panteón. Hay Difuntos bien parados Que nunca les pasa nada Pareciera que a La Muerte La tienen apalabrada. Tenemos en Culiacán Bellos y varios lugares Pa entretener a La Flaca Y no desparrame Males. Hay que pensar en la gente  Que no tiene pa comer Y los Matan con Impuestos Sin poderse defender. Un Presi Municipal También le ayuda a la Muerte Pues Mata a muchos Culichis Con sus frases imprudentes Y a un año que Quirino Se vaya de vacaciones Despiertan muchos Difuntos  Que sueñan con eleccione
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HAY DIFUNTOS Y DIFUNTAS José Manuel Frías Sarmiento A un montón de Profesores Que eran muy sabios y serios, La Calaca los llevó Derechito al Cementerio. Hizo un rápido recuento, Más bien parecía un sumario, Pa’ decir lo que encontró, Mientras rezaba un Rosario: “Entré a este Santo Recinto, Llamado Universidad, Y hallé un montón de Difuntos Que no hacían mucho en verdad. Hay Muertos de todo tipo, Y de muchas variedades, Hay Esqueletos muy cultos Y otros que son especiales. Hay Funcionarios prudentes Que les dan brillo a sus puestos Y hay muchos que en el Panteón A todos los quieren Muertos. Hay Calacas Escritoras Que luchan por la Cultura, Pero hay también otros Muertos  Que temen a la Escritura. Hay alumnos y hay alumnas que Yacen en el Panteón Porque jamás comprendieron las reglas de acentuación. Al terminar su carrera Hicieron su Graduación, Todas con toga y birrete Festejando en el Panteón. Había Difuntas muy doctas Que decían que eran Maestras, Pero a la hora de sus clases Todas qu
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"Al final lo importante es eso, los momentos vividos" ASÍ ME INCULCARON EL DÍA DE MUERTOS Miguel Ángel Castelo Vega Finales del año 84, el fresco ya se sentía al pardear y al amanecer, el cantar de los gallos se podía escuchar en todo el pueblo, la oscuridad de la madrugada era incomparable, no podías ver absolutamente nada, la cachimba apenas y cumplía su función, brindar un poco de luz para poder cambiarte, el abrazo frío del aire se sentía por todo el cuerpo puesto que entraba por los orificios de la casa de retaque, todo estaba listo con anticipación para el esperado día de muertos. Antes de iniciar con la travesía, era mediados de octubre cuando empezaba el proceso y realización de las coronas, como siempre, mi madre preparándose y no darle tiempo al tiempo para después andar a las carreras, no podía faltar a esa cita que como cada año hacia a su pueblo natal a visitar a mi abuelo, sin duda el camino era largo, pero valía la pena, hacer esa travesía para llevar unas vela
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"En mi pueblo se vela el primero de noviembre en la noche a los adultos y el dos de noviembre a los angelitos" LOS DÍAS DE MUERTOS EN NUESTRA INFANCIA                                                                                                                       Adán Lorenzo Apodaca Félix Por allá en la década de los años sesenta del siglo pasado, cuando yo era niño, porque como dice Serrat, alguna vez yo también fui niño, la llegada del día de muertos era una etapa de mejora económica de muchas familias del pueblo, en ese alud de bonanza económica iba incluida nuestra precaria economía infantil. En nuestra familia, la abuela “Tola” era la que se hacía cargo de todas las actividades previas al día de los fieles difuntos. Primero hacia coronas para sus “deudos” que eran bastantes, primero los de la casa decía y luego haremos para vender, hablaba en plural porque la elaboración de coronas era una actividad que involucraba a todos los nietos de la familia, que también éram